Editorial
Rodillo sanchista de pulso autocrático
El cupo catalán representa otro atentado contra el país, sus gentes y su Constitución. Los barones, también los socialistas, no pueden tolerar que sus conciudadanos sean españoles de segunda
Pedro Sánchez se encargó después de su segunda venida al liderazgo socialista de involucionar el PSOE hacia una estructura caudillista. Desde entonces, el partido es una oquedad de espíritu sectario y sumisión a la jefatura. Así que cualquier reunión del otrora vivo Comité Federal se ha resuelto con mansedumbre hacia el secretario general. El de ayer venía precedido del acuerdo que ha colocado a Salvador Illa en la Generalitat a cambio del concierto económico para Cataluña que ha sido muy contestado por el resto de las autonomías, también socialistas. Se esperaba debate en el cónclave de Ferraz contra una cacicada infame que ha tensionado incluso la norcoreana cohesión sanchista. Y el balance se ha ceñido a las previsiones con García Page y Lambán clamando en el desierto de una progenie adicta al poder por encima todo, incluidos el bienestar de los españoles, la Ley, la justicia y la igualdad que la enésima cesión al separatismo ha hecho añicos. Ambos han denunciado la inconstitucionalidad de la denominada financiación singular, que «es egoísta más que socialista». Que el presidente había descontado el pescozón lo prueba su imperturbabilidad que ha sido desprecio. A nadie se le se escapa que la próxima renovación de los liderazgos territoriales en el PSOE buscan por encima de todo evitarse mínimas disonancias. El Comité Federal exhibió una vez más que es un convidado de piedra, un atrezo engalanado para que Sánchez se luzca. Su intervención en el foro ha resultado otro ejercicio de interpretación ególatra con aderezo de autobombo, triunfalismo, teatralidad, confeti, fábula y vacío, sobre todo un gélido vacío de explicaciones, verdad y responsabilidad sobre el país. Como es la tónica, no ha aportado un solo detalle acerca de lo acordado con ERC, y mucho menos ha exhibido o leído el documento de marras. Ha sido tal su arrogancia que ni siquiera lo ha citado, en otro testimonio de ninguneo a los españoles, barones críticos incluidos. Ha hablado de pactar una nueva financiación, pero ya está atada y bien atada a partir del cupo catalán que condena a la desigualdad y el agravio al resto de los ciudadanos. El menjunje ha sido tal que ha ofertado singularidad para todos, como el café, con esa autonomía fiscal que torpedea cuando Ayuso está de por medio. Un trabalenguas discursivo notable. No se han librado los fieles de los parabienes hacia su esposa, el gobierno más limpio y la España que «vive uno de los mejores momentos de las últimas décadas». Sánchez, crecido, se ha comprometido con la agenda socialista si quiere como si no el Legislativo. Son palabras y conductas que rezuman fraude democrático y la involución autocrática bolivariana del presidente, que asustan y alarman. Como recordó la presidenta del Supremo, nadie está por encima de la Ley. Ni siquiera Sánchez por más que así lo crea. El cupo catalán representa otro atentado contra el país, sus gentes y su Constitución. Los barones, también los socialistas, no pueden tolerar que sus conciudadanos sean españoles de segunda.