Quisicosas

Rosalía y los ciegos

Ya era hora de que buscar el sentido de la existencia no fuese tan extraño como una cebra sin rayas

La Piedad de Miguel Ángel es más extravagante de lo que parece. Tan acostumbrados estamos a la suavidad y el brillo del mármol, la hermosura de las formas, que olvidamos lo absurdo que resulta que una adolescente tenga en brazos un hijo bastante mayor que ella. Buonarroti no buscaba el naturalismo, sino alzarnos la mirada, sacarnos del embrutecimiento cotidiano, obligarnos a mirar. Su estatua explica que la pureza es juventud eterna y que una madre siempre considerará criatura suya al hijo de sus entrañas. María es eternamente joven como madre, Cristo, eternamente hijo.

Cómo agradezco este imprescindible potencial del arte. Una vez cubiertas las necesidades perentorias es vital mirar el sol que se pone, una aurora, la belleza, sin ese horizonte no merece la pena vivir. Somos en esto muy distintos a los animales. Ahora Rosalía nos ha hecho levantar la vista de golpe con ese aria cantada en alemán, esos versos estremecedores: «Mi Cristo llora diamantes». Qué sobresalto esta cantante de pop latino, flamenco, hip hop, R&B que, de repente, se sube a la sinfonía en trece idiomas, al poema sutil. Ha corrido un gran riesgo, pero a la vez confiesa que la pregunta religiosa siempre ha estado en su interior y que, al cabo, crear al servicio de algo superior es más fácil que correr el riesgo absoluto de forma solitaria (¡!). Qué cosas. Dicen que es una gran empresaria y que ha sabido entroncar con una suerte de revival cristiano entre los jóvenes y me parece bien. Ya era hora de que buscar el sentido de la existencia no fuese tan extraño como una cebra sin rayas. Siempre han anhelado los hombres hallar el significado de su pobre vida y casi nunca la censura ha sido tan brutal como en los últimos cien años, que han requerido de mucha violencia represiva.

Vuela alto Rosalía y por debajo, a ras de tierra en Catalunya Radio, se oyen los sermones de los que se rasgan las vestiduras porque en su disco «los niños de la escolanía de Montserrat cantan en español». Dice Juliana Canet que Montserrat es «el símbolo de la resistencia catalana» y que Rosalía lo ha profanado. Hay que agradecerle a Juliana que nos ilustre sobre la diferencia entre el rumbo del águila y el trabajoso despegue de la avutarda. La filípica de los nacionalistas desnuda la pretensión de sustituir el deseo de eternidad por el programa de un partido, las fronteras de una patria divinizada, una identidad ideológica. Rosalía nos muestra lo pequeños que somos y lo grande que es nuestra nostalgia, otros, que se creen grandes, hacen de sus pretensiones un foco enormemente ínfimo.