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Rueda, el gallego desconfiado y las mayorías chocantes

Los sistemas electorales son casi tan decisivos como los votos. No hay ninguno perfecto, pero algunos se acercan más a los deseos de los votantes que otros

Lucio Anneo Séneca (4AC-65DC), el gran estoico romano, nacido en Córdoba, en «De la brevedad de la vida» escribe que «todo lo que está por venir se asienta en terreno inseguro». El PP ganará las elecciones gallegas del 18 de febrero, pero solo volverá a gobernar si revalida la mayoría absoluta. En España, ganar en las urnas significa formar Gobierno. Todo lo demás se interpreta como derrota, por mucha ventaja que se saque a los adversarios. Alfonso Rueda, presidente de la Xunta de Galicia y candidato del PP lo sabe. Desconfiado, como buen gallego, explicó ayer, en un coloquio en la sede de LA RAZÓN, que necesita esa mayoría para gobernar, mientras anunciaba la gratuidad de las primeras matrículas universitarias, con la condición de aprobar curso por curso. Las encuestas le sonríen, salvo la del CIS de Tezanos, pero el líder del PP gallego también es consciente de que siempre hay partido hasta el final. Que se lo digan a Xavi, tras la derrota del Barça ante el Villarreal cuando ya cantaban victoria tras una remontada fulgurante, o a Sánchez, pendiente hoy de los «indepes» en la votación de la ley de amnistía.

Rueda, en el foro de LA RAZÓN, reclamó participación para evitar sorpresas y que el sistema electoral le juegue una mala pasada. Hay precedente. En 2005, el PP ganó con holgura los comicios gallegos con 37 diputados, con una ventaja de 12 escaños sobre los socialistas, que se quedaron en 25. Los nacionalistas de BNG lograron 13. Los dos partidos derrotados sumaban 38 escaños, mayoría absoluta y gobernaron. Todo democrático, legal y legítimo pero cuando menos chocante. Además, el PP se quedó sin el escaño 38 por unos cientos de votos. El temor de los populares y la esperanza de Sánchez –aunque los socialistas gallegos queden terceros– es que vuelva a ocurrir algo similar y que aunque el PP les doble en escaños puedan desalojarlo de la Xunta, con una presidencia que recaería en Ana Pontón, del BNG, con apoyo socialista. Los sistemas electorales son casi tan decisivos como los votos. No hay ninguno perfecto, pero algunos se acercan más a los deseos de los votantes que otros que, a veces, dan todo el poder a partidos con un voto y una representación minúscula para formar una mayoría chocante. Es democrático, por supuesto, pero quizá violenta la voluntad popular, beneficie a quien beneficie. La batalla gallega, entre el PP por un lado y socialistas y BNG por otro se reduce a que Alfonso Rueda –que ganará con holgura–no llegue a la mayoría absoluta –y entonces pierda– porque todo es «terreno inseguro» como diría Séneca.