
A pesar del...
Salamanca y el mundo
Las aportaciones de Vitoria y sus colegas y seguidores, empezando por Domingo de Soto, fueron notables en el impulso que dieron al liberalismo desde el pensamiento cristiano
Hubo un tiempo en el que España era objeto de universal admiración por su riqueza económica e intelectual. A ese tiempo, y a los cinco siglos del legado de Francisco de Vitoria, dedican José Carlos Martín de la Hoz y León M. Gómez Rivas su reciente libro: La Escuela de Salamanca, que publica Sekotia.
Destacan facetas políticas de relevancia liberal: para Vitoria el poder «provenía de Dios, pero es el pueblo quien lo recibe y lo otorga a los reyes mediante juramento de obediencia». Era importante el hecho de que la gente tenía derechos, crucial para los debates políticos y jurídicos de la primera globalización, y tanto el derecho internacional como el orden jurídico del imperio, incluidos los derechos de los indígenas, deben mucho más a Vitoria y los escolásticos que a, digamos, Bartolomé de las Casas.
La vida académica en España y América era muy significativa. Los autores subrayan «la clarividencia del Consejo de Indias que retiró de la evangelización directa a los mejores dominicos y de otras órdenes, para que imitaran a Francisco de Vitoria y dieran aire a las primeras universidades americanas que se constituyeron copiando los estatutos de la Universidad de Salamanca».
Las aportaciones de Vitoria y sus colegas y seguidores, empezando por Domingo de Soto, fueron notables en el impulso que dieron al liberalismo desde el pensamiento cristiano, y porque no temieron «enfrentarse al orden político establecido cuando estaban en juego los fundamentos jurídicos, pues sin derecho no hay sociedad ni tampoco reconocimiento de la dignidad de la persona humana».
Muchos plantearon la necesidad de que los impuestos fueran «legales y proporcionados, pues si van contra la justicia no obligarían en conciencia». Se adelantaron en teoría económica gracias a Covarrubias con el valor subjetivo y a Azpilcueta con la teoría cuantitativa del dinero y los precios. Reivindicaron los impulsos sociales, negando a Hobbes un siglo antes del Leviatán. Se opusieron a los monopolios y defendieron el cuidado de los pobres a la vez que la virtud de los mercaderes.
Todos tuvieron sus matices –porque, como diría Ortega, una cosa son los hombres de una escuela y otra cosa es un grupo de gramófonos– pero en todos ellos late la noción liberal fundamental, a saber, la relevancia de los límites del poder.
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