
Sin Perdón
A Sánchez le importa Palestina lo mismo que Afganistán
«Los palestinos y sus líderes terroristas deberían saber que el apoyo de Sánchez cambiará cuando más le convenga»
La utilización de la mentira como instrumento político otorga una indudable ventaja a Sánchez y a otras personas como él. Es cierto que tiene unas indudables dotes para la interpretación y quizá el teatro español ha perdido un actor que hubiera podido dar rienda suelta a esa vocación. A estas alturas no tengo ninguna duda de que todo en él es teatro, en el sentido más reprobable del término, porque utiliza y manipula cualquier asunto con tal de mantenerse en La Moncloa. Fue muy interesante su reacción en la entrevista de Pepa Bueno en TeleSánchez cuando le preguntó por la anomalía constitucional de no presentar los Presupuestos Generales y le puso un video donde exigía a Rajoy que se sometiera a una cuestión de confianza si no lograba aprobar los Presupuestos. El PSOE recoge lo que dijo entonces: «Si el presidente del Gobierno no puede aprobar su principal ley, debe, por obligación constitucional y por responsabilidad, someterse a una cuestión de confianza, y si esa cuestión de confianza la pierde, el señor Rajoy ya no tendrá ninguna excusa para anticipar las elecciones».
He de reconocer que me sentiría abochornado si alguien me pusiera en esa situación, pero Sánchez se considera superior a todos. Las reglas comunes de la convivencia social y la política no rigen para él. Es la única explicación comprensible. Por supuesto, no me gustaría tener como amigo o familiar a alguien carente de cualquier atributo ético o moral. La ventaja de los farsantes, utilizo este término expresamente, es que no tienen ningún principio y son capaces de mentir sin sentir ningún remordimiento.
En esta y en otras cuestiones, como sucede con la amnistía, debería producirse un rechazo unánime, pero en TeleSánchez y los activistas mediáticos que actúan como palmeros en periódicos, radios, televisiones y redes sociales no existe ni el más mínimo atisbo de crítica por lo que sucede o de autocrítica por el comportamiento de algunos periodistas y pseudoperiodistas que abochorna la ética periodista. Por supuesto, todos tenemos nuestras ideas y no somos seres de luz, una chorrada que han utilizado para atacar a los jueces que no les gustan, pero no podemos comportarnos como Sánchez. No puede ser un modelo para una profesión que se debería basar en la ética, la búsqueda de la verdad y la separación entre la opinión y la información. El activismo en el periodismo es una abominación, aunque pretendan pasar como periodistas o analistas políticos personas de escasa formación académica y un exceso de activismo.
La guerra de Gaza, como las anteriores que han provocado los líderes palestinos, refleja muy bien la carencia de principios del presidente del Gobierno y sus colaboradores. La utilización de la palabra genocidio, como he señalado en otras ocasiones, debería darles vergüenza cuando se ataca a la democracia israelí y al pueblo judío que sufrió el mayor y más terrible genocidio de la Historia. Es lamentable, también, la posición de algunos políticos europeos que se han sumado a este populismo que no hace otra cosa que favorecer a los terroristas de Hamás, que sí es un grupo genocida, ya que quiere el exterminio del pueblo judío. Unos terroristas que son aliados y marionetas de Irán y Rusia. En este caso, Sánchez se siente más cómodo sacando a pasear su incoherencia y favoreciendo a Putin, hay que decirlo con claridad, ya que es uno de los más firmes apoyos de Hamás, que a Israel. Como no debe saberlo, los judíos fueron perseguidos brutalmente en nuestro país con auténticas matanzas hasta que finalmente se produjo la tragedia de su expulsión. El otro día, una gran amiga me señalaba que el propio término «judías» referido a las alubias era utilizado de forma peyorativa en la Edad Media. Es cierto que ahora ya no lo tiene, pero refleja muy bien en qué consideración se tenía al pueblo de Jesucristo, así como el odio irracional que se sentía y muchos siguen sintiendo por ellos. Por supuesto, se condenan los atentados de Hamás, nadie es tan idiota en Europa para no hacerlo, pero es muy clarificadora la frase que escuché el otro día de un destacado expolítico socialista refiriéndose a la matanza del 7 de octubre: «Murieron 800 israelíes y 500 soldados». Es delirante diferenciar las víctimas, como si unos fueran inocentes y los otros sospechosos por su condición de militares. Es una forma de legitimar a Hamás como si se tratara de un ejército que combate contra otro. No hubiera dicho lo mismo si se hubiera tratado de un atentado de ETA y su intento de destruir la democracia española.
Esa caprichosa arbitrariedad ideológica de Sánchez y sus colaboradores está sustentada en un flagrante desconocimiento de conceptos básicos de la historiografía sobre el conflicto desde sus orígenes hasta nuestros días. En cualquier caso, si le interesara personal o políticamente, sería un fervoroso aliado de Netanyahu. Todos le hemos visto actuar como un auténtico saltimbanqui en la política nacional e internacional. No hay más que constatar su posición sobre el Sahara, China o su afinidad con los diferentes déspotas iberoamericanos. Es curioso lo mucho que le importa Palestina y que no le importe que su apoyo beneficie a Hamás, cuyos portavoces han expresado su agradecimiento, y lo poco que le duró su preocupación por Afganistán. Tras la vergonzosa huida de Biden, hay que decirlo claramente y sin subterfugios, el país quedó en manos de los talibanes que han impuesto una dictadura teocrática donde no se respetan los derechos humanos y las libertades políticas. Ahora ya no es necesario adoptar una actitud dura contra ese régimen y hacer movilizaciones. No es rentable políticamente, ya que no le ayuda en la polarización y a tapar la corrupción. Los palestinos y sus líderes terroristas deberían saber que el apoyo de Sánchez cambiará cuando más le convenga. No hay principios, sino intereses.
Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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