Cuaderno de notas
Sánchez quiere parecer un hombre
Los vídeos de Moncloa son un poco como las encuestas de Tezanos en las que todo el mundo es sanchista
He apuntado en mi cuaderno lo bien que se quedó mi Españita al ver a Sánchez en un vídeo tomando café con unos jóvenes de Parla y hablando del Salario Mínimo Interprofesional, muy comprensivo él. Yo, que no soy precisamente una majorette del pedrismo, encuentro algo sospechoso en el guion de la escena de café con leche proletario como de bandeja con azucarero y juego de tazas que no se usa. Será que el presidente habla con incomodidad y desapego sentado en el tresillo, como si se le hiciera pequeña la habitación después de los techos altos de Moncloa y las paredes con cuadros de Miró, y está a punto de sucumbir a ese vértigo de verse en una casa que no es la suya vivida por gente que no es él, un poco como cuando entras a una habitación de un hotel modesto y te sientas en la cama pensando en qué es lo que habrá pasado en esa cama.
Después supimos que los jóvenes de Sánchez eran dos militantes socialistas de Parla o de otra parte. Anda, mira tú. El otro día jugaba a la petanca mientras charlaba de las pensiones con unos jubilados y los jubilados también eran militantes socialistas. También es casualidad. Los vídeos de Moncloa son un poco como las encuestas de Tezanos en las que todo el mundo es sanchista y así uno puede pensar que mi Españita entera es de militante del partido pedrista o es que a Sánchez le ponen los pobres elegidos como cuando decían que a Franco le enganchaban los salmones al anzuelo unos buzos que estaban debajo del agua.
La omnipresente aprobación al líder que promueven desde su departamento de efectos especiales pretende que la población entienda que, si en los vídeos todo el mundo quiere a Sánchez, es que España en general quiere a Sánchez. En realidad, yo creo que este tipo de caricaturas tiene el efecto perverso de provocar que haya gente que está deseando que le planten un micro delante para ponerlo de verano, un poco como esos tipos que en las dictaduras de pronto asaltan el plató de informativos y se aparecen detrás de los presentadores con un cartel, y un segundo después, alguien los saca de plano a empujones.
Sánchez quiere ser un tipo normal, y eso ya supone una ambición, pero es que además pretende que este sea un mundo normal. Luego, la monotonía le queda a Sánchez como a un monje dos pistolas porque él es un hombre de acción. Me acuerdo de cuando aparecía en el Falcon en plan Top Gun de la socialdemocracia. Después quería parecer el Power Ranger de la lucha contra la extrema derecha en el mundo, el amigo de Joe Biden, el delfín de Stoltenberg, un guapo del muelle de Santa Mónica, el baranda de Europa, y otras cosas, y ahora, esto. Tomarse por uno mismo siempre supuso la mayor de las pretensiones.
Cómo no será la imagen que tienen de Sánchez los ciudadanos, que su equipo desiste de que creamos que es un gran presidente y ahora se conforman con que parezca un humano. «¡Mirad, es un hombre!», gritan desde su departamento propagandístico como si hubiera sospechas de que fuera un globo espía chino o algo, y se aparecen los socialistas de Parla también supuestamente comunes a palparle las llagas del sanchismo. Será por mi natural propensión a llevar la contraria, pero a mí cuanto más se empeñan en que el presidente es auténtico, siendo un hombre tan apuesto, más se me parece a Monchito.
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