A pesar del...

Sangre, dinero y pereza

Hay tópicos antiliberales por doquier: el mercado es malo, el dinero es malo, y el capitalismo es «la zorra libre en el gallinero libre»

La serie francesa «Sangre y dinero» del director Xavier Giannoli, y protagonizada por Vincent Lindon, ha sido acogida con entusiasmo. Lo comprendo, porque es políticamente correcta.

Cuenta la historia de la llamada «estafa del siglo», de 2008 y 2009, a raíz del impuesto al carbono en Francia. Por la regulación establecida después del protocolo de Kioto para frenar el calentamiento global, se estableció un mercado en el que las empresas que superaban las emisiones autorizadas podían comprar cuotas de carbono en los países de la Unión Europea. Los defraudadores creaban empresas ficticias que primero compraban cuotas, operación exenta de IVA, pero después las vendían, cargando un IVA del 20 %, que se embolsaban en vez de ingresarlo en la Caja de Depósitos, y a continuación cerraban las empresas fantasma y desaparecían.

Hay tópicos antiliberales por doquier: el mercado es malo, el dinero es malo, y el capitalismo es «la zorra libre en el gallinero libre». El juez se lamenta: «todo está mercantilizado».

Pero lo peor es no pagar impuestos. El único problema del Estado son los defraudadores, porque si no fuera por ellos tendríamos un paraíso. Explicó Giannoli en «La Vanguardia»: «estos delincuentes robaron al Estado un dinero que estaba destinado al bienestar de todos nosotros y para luchar contra el cambio climático. Lo único que quería esta gente tan codiciosa era comprar coches de lujo y aviones», y añadió dramáticamente: «¿en qué podemos seguir creyendo? ¿el único valor que nos queda es el dinero? ¿en serio?».

Destaca de esta caricatura la omisión del papel del Estado como recaudador e interventor. Como si lo único malo de los impuestos fuera que aún no se pagan todos los que los poderes imponen. Como si fuera reprochable que los ciudadanos quieran defender lo que es suyo frente a la coacción pública. Y como si toda la serie no descansara sobre la intervención de los Estados, desde los propios «derechos de emisión» hasta la Caja de Depósitos, propiedad del Estado francés.

Eso sí, hay un mundo que debe ser evitado a toda costa: el liberalismo estadounidense. El actor protagonista, Vincent Lindon, declaró a «El Mundo»: «Alguien que defrauda a Hacienda es una persona que no quiere contribuir en cosas tan esenciales como la educación, la policía, la sanidad», como si el Estado fuera una cooperativa o un club. Qué pereza.