A pesar del...

Shriver incorrecta

Brillante y divertida historia, en la que se reconoce a la polémica columnista del «Spectator», capaz de ser crítica con Biden y con Trump

Gracias a Begoña Gómez de la Fuente, compañera de muchos años en Onda Cero, he podido leer un libro notable, que comentó Sergio del Molino también en «Más de Uno». Se trata de El movimiento del cuerpo a través del espacio, de la escritora norteamericana Lionel Shriver, que publica Anagrama con una magnífica traducción de Daniel Najmías.

Un matrimonio se va a enfrentar a una crisis, planteada ya al comienzo de la novela, así que no desvelo ningún secreto. Remington Alabaster, un ingeniero del Departamento de Transportes del Ayuntamiento, es despedido a los 64 años, y decide acometer un giro radical en su vida: va a correr una maratón.

Su mujer, Serenata Terpsichore, una profesional autónoma de la locución para audiolibros y otras tareas análogas, se queda sin palabras. No da crédito a lo que está viendo y lo que está pasando. Porque Remington jamás había prestado atención al deporte. Era al revés. La que siempre había sido deportista era ella, y una deportista entusiasta y militante: nadaba, montaba en bicicleta, y corría haciendo jogging quince kilómetros todos los días. Pero ya no puede hacerlo más, porque le fallan las rodillas. Y justo en esas circunstancias, tan dolorosas, a su marido se le ocurre usurpar un territorio que siempre había sido propio de ella.

No diré más, pero le recomiendo que se precipite a leer esta brillante y divertida historia, en la que se reconoce a la polémica columnista del «Spectator», capaz de ser crítica con Biden y con Trump, y de atacar las políticas de cierre durante la pandemia. En esta novela todo el ridículo de la hipertrofia del deporte aparece exhibido y denunciado, con sus excesos que son tanto absurdos como, paradójicamente, perjudiciales para la salud, justo al revés de lo que insistentemente se nos pregona desde tribunas sin fin. Y otras denuncias también de la corrección política y las irracionalidades de las sectas religiosas o más bien pseudorreligiosas.

Adornan al texto perlas liberales, desde el respeto a la propiedad privada hasta la crítica a la burocracia y a la política intervencionista en diversos ámbitos. Y hay bastantes higiénicas burlas al universo «woke», en particular el abuso de lo que el gran Theodore Dalrymple denominó «sentimentalismo tóxico» en un notable volumen del que nos hicimos eco hace unos años en este rincón de LA RAZÓN (https://bit.ly/3LJYzDo).