Editorial

Los siete días decisivos de Ribera

Preparar el examen le servía, para no dar la cara y evitar que se le señalara con el dedo por sus responsabilidades en la concatenación de errores que culminaron en el desastre.

La designada vicepresidenta europea de Competencia y Transición Limpia, Justa y Competitiva, Teresa Ribera, participa en la inauguración de la jornada “Las mujeres deciden en Europa. Mujeres y gobernanza Europea”, organizada por la Fundación Alternativas, este viernes en Madrid.
La designada vicepresidenta europea de Competencia y Transición Limpia, Justa y Competitiva, Teresa Ribera, participa en la inauguración de la jornada “Las mujeres deciden en Europa. Mujeres y gobernanza Europea”, organizada por la Fundación Alternativas, este viernes en Madrid. Fernando VillarAgencia EFE

El extraño caso de la desaparición de Teresa Ribera fue ayer finalmente desvelado en Bruselas tras presentarse al examen para lograr el puesto de comisario en el nuevo Gobierno de Ursula von der Leyen. El Partido Popular Europeo (PPE), a instancias del PP español, solo ha logrado posponer a la próxima semana la evaluación final de los seis candidatos a las vicepresidencias de la nueva Comisión Europea, pero no ha conseguido paralizar su audiencia ante el Parlamento Europeo. El acuerdo pactado entre populares, socialdemócratas y liberales solo ha alcanzado para que la evaluación de los candidatos no se haga de forma inmediata y a título individual, y haya un margen de siete días para calificar a los seis al mismo tiempo.

El PPE logra así dos objetivos de una tacada: ganar tiempo para lograr cambios en perfiles y carteras más adecuados a sus intereses y principios, y retrasar la aprobación del bloque de vicepresidentes para enfriar la desbordada carga política del proceso. Para el PP español, su ganancia se centra en obtener tiempo para que Teresa Ribera se vea obligada a dar cuenta de su actuación en la DANA y ponerle contra las cuerdas. De momento, el PPE le ha exigido que deje las «cosas claras en España» antes de postularse en Europa.

Este impás forzoso –y forzado– de la todavía ministra de Transición Ecológica tiene una consecuencia adicional para los españoles, que seguimos haciéndonos la misma pregunta: ¿dónde estaba Teresa Ribera? Desaparecida hace semanas, se hizo especialmente evidente su ausencia desde el día 29, jornada marcada a fuego y lodo en el imaginario trágico colectivo de la sociedad española. Este «mising in action», que se ha alargado en el tiempo, había sido excusado por la urgencia de que estaba «opositando» para el puesto de comisaria europea. Un «mutis por el foro» que concluyó ayer a la hora del examen.

A nadie se le escapa que la «deserción» de sus obligaciones en la DANA tiene dobles responsables: en Moncloa, que decidió salvarla de la quema mediática a las puertas de su gran día, y la propia Ribera, que quiso evitar ser derribada por la marejada mediática en su contra y terminó azotada por un mar de fondo que ha removido el suelo bajo sus pies y que, al final, puede arrollarla en forma de riada en su sueño comunitario.

Preparar el examen le servía, para no dar la cara y evitar que se le señalara con el dedo por sus responsabilidades en la concatenación de errores que culminaron en el desastre; que no la culparan de haber obviado los avisos que hubieran salvado vidas; que evitara colocarse en la diana y pusieran a otros señuelos para desviar la atención; y que pasara de puntillas en sus deberes. El PP ha ganado siete días para lograr que Ribera asuma por fin su responsabilidad y se cuestione su validez para un cargo de tal importancia.