El trípode

Unas siglas unidas a una infamia

No es Sánchez por medio de su acólito Cerdán el que se somete a examen, sino el mismísimo Gobierno el que es examinado por Puigdemont

Hoy va a ser una fecha que antes o después estará señalada como un día infame para la reputación, la dignidad y la autoestima de España y de los españoles. Es inconcebible que el gobierno de un país de nuestra dimensión e Historia, organizado políticamente como un «Estado social y democrático de derecho», se someta, y en el extranjero, al control por parte de un político en situación de huido de la Justicia desde hace seis años, y sometido a orden de detención y entrega. No es Sánchez por medio de su acólito Cerdán el que se somete a examen, sino el mismísimo Gobierno el que es examinado por Puigdemont que ha redactado la ley de su amnistía, acompañado de Jordi Turull que fue juzgado y condenado por el Tribunal Supremo e indultado por Sánchez, precisamente para poder seguir en el poder.

Ahora, tras ser investido por ellos y para poder continuar la legislatura, su correveidile Cerdán ha de presentar las pruebas que acrediten que su jefe va a cumplir lo que se firmó y que se «comprometió» a respetar. Para no exponerse a «cambios de opinión o del paso», es decir, a ser engañados por el doctor acreditado en esa materia, han exigido la presencia de «verificadores, relatores, mediadores», eso sí, internacionales y cualificados en resolución de «conflictos políticos». El poder judicial y el Estado de derecho han saltado por los aires, pese a que Félix Bolaños, su ministro y embajador plenipotenciario, tras rendir pleitesía al Comisario de Justicia de la UE afirmara con rotunda convicción que hay «cero preocupación en la UE, por la ley de amnistía». Dicho todo eso con la misma grotesca solemnidad y firmeza con que antes del 23 J afirmaba que «una amnistía no cabía en la Constitución».

No es de extrañar que inmediatamente después de estas últimas declaraciones en Bruselas, un portavoz de la comisaría de Justicia le desmintiera. Hace ya demasiado tiempo que está acreditado que la palabra de Sánchez no tiene valor ninguno, y esa vergüenza ya es de dominio general en la UE y más allá. Sus últimas declaraciones han servido para enemistar al gobierno de España con el de Italia y llegar a una virtual ruptura de relaciones diplomáticas con Israel. España tiene un gobierno Frankenstein al que ya le han tomado la medida, y vamos a pagar duramente las consecuencias. El personaje Sánchez pasará, y antes de lo que él piensa, pero el daño infligido a España va a ser más duradero. Esas siglas «PSOE», van a quedar marcadas por la infamia de haber sido sus serviles cooperadoras para ello.