
Mirando la calle
Somos lo que leemos
«La lectura nos ayuda a comprender el mundo, a quienes nos rodean y a nosotros mismos»
Cuando Ludwig Feuerbach acuñó su famosísima frase de “somos lo que comemos”, en su escrito de 1850, Enseñanza de los alimentos para el pueblo, su intención no era exactamente la de instruir sobre comer bien, como podría pensarse. El filósofo alemán pretendía explicar la relación entre los alimentos y las emociones, pero, sobre todo, hacer una crítica directa a la religión católica, que se centraba en la alimentación del alma y desestimaba la importancia de una buena alimentación física para las clases desfavorecidas. La idea de la conexión entre la alimentación y la materia del pensamiento influyó de manera definitiva entre pensadores como Marx y Engels y condujo a reflexionar sobre el impacto no solo físico sino también psicológico de lo que comemos. Feuerbach, además, subrayó su mensaje para la Iglesia diciendo taxativamente: “Si quieren mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados denle mejores alimentos”. En este 2025, cuando todos parecemos concienciados con comer como corresponde para que funcione bien no solo nuestro cuerpo sino también nuestro cerebro y sabemos que la espiritualidad puede abrillantarse con cierto ayuno, pero que si es demasiado prolongado conduce a la enfermedad y la muerte, algunos adictos al contenido de las redes, donde ven, escuchan y algo leen sobre comida y cuidados, pero más bien poco sobre pensamiento, parecen haber olvidado que también somos lo que leemos. La lectura, nunca me cansaré de repetirlo, no solo amplía nuestros conocimientos, desarrollo cerebral, imaginación y vocabulario, sino que, además, nos moldea la capacidad de comunicación y hasta el carácter, porque nos ayuda a comprender el mundo, a quienes nos rodean y a nosotros mismos. Leer no es solo el mejor entretenimiento, sino también la mejor inversión, por lo que supone de aprendizaje. Pero eso conviene elegir bien, porque al igual que hay alimentos procesados que no aportan más que calorías vacías e incluso, a veces, varios venenos, también hay libros que convendría tirar a la piscina, como presumía de hacer Francisco Umbral, no solo para que no nos intoxiquen con su deplorable prosa y su intrascendente contenido, sino para evitar que nos adoctrinen con los tópicos. Somos lo que comemos, sí -y sin comer no somos nada-, pero también, sin ninguna duda, somos lo que leemos.
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