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El buen salvaje

Una sueca para contar las mentiras del PSOE

La ley de Memoria Democrática no alcanza ese período turbio del partido ahora en el poder sino que se centra en todo lo que pasó después del golpe de Estado del 36

No sé ya hasta qué punto se puede citar a la Historia sin que le vayan a sacar a uno tarjeta roja, sí, roja, y lo expulsen del campo de los demócratas donde germinan bellas flores y los niños trotan entonando canciones de amor. Se ha instalado una versión oficial fabricada por la izquierda sobre todo lo que condujo al desastre de la Guerra Civil que a la que alguien disiente se le toma por loco o facha o por provocador que alimenta discursos de odio.

Acaba de publicarse «El naufragio de la Segunda República», de la pedagoga e hispanista sueca Inger Enkvist. El subtítulo de la obra es muy claro: «Una democracia sin demócratas». Se cuentan episodios que han sido tratados por historiadores españoles de todos los colores, como la revolución de octubre de 1934 (la excusa fue la entrada de tres ministros de la derechista y muy católica CEDA en el Gobierno) organizada, como se sabe, por la cúpula del PSOE con Largo Caballero al frente. Lenkvist también trata en su libro el posible fraude electoral del 36 y otros momentos que a los socialistas de hoy, sin embargo, no les provoca sonrojo. Para ellos, como ahora, la culpa la tuvo la derecha por ser de derechas, y es verdad que entonces era muy de derechas, como la izquierda era muy de izquierdas. La ley de Memoria Democrática no alcanza ese período turbio del partido ahora en el poder sino que se centra en todo lo que pasó después del golpe de Estado del 36, como si antes no existieran víctimas de comunistas, anarquistas, socialistas o falangistas.

La fatídica conclusión de esta lectura no es solo la reafirmación de que la Historia se falsea con facilidad, que también, prueba de ello es que, ayudada por la propaganda literaria y cinematográfica, la mayoría de los españoles pensará que durante la Segunda República España era Finlandia. Lo peor es el paralelismo de aquel PSOE con el que en estos momentos nos gobierna con sus medias verdades y atolondradas mentiras, siempre en busca del nirvana ideológico donde los demás se quedan en las cunetas. Lo peor, también, es la respuesta de la derecha a la que el PSOE quiere destruir, su complejo y la facilidad con la que traga con la versión de la Historia dictada por la izquierda y la falta de valentía para aceptar que también tuvo un pasado, pero que, sobre todo, quiere un futuro. Para no ser arrollado, el PP debió ponerse al frente pero prefirió, como en el presente, hacerse fotos en una Moncloa de mentira, cuando hasta la de verdad ya no es de verdad.