A pesar del...

La tensión fiscal favorece a Warren

La tensión fiscal es un lío de opacas arbitrariedades donde lo fundamental, que no es el poder sino sus súbditos, es ignorado

Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, también tiene toda la suerte del mundo. Justo cuando estaba más debilitado por la corrupción, saltó el caso de Cristóbal «Vampiro» Montoro, que, según afirmó campanudo El País, «reequilibra la batalla política». Angelitos. Pero es que, además, hablando de Hacienda, saltó lo del cupo catalán. Y fue la mayor ayuda que han recibido Warren y sus secuaces en mucho tiempo. Zapatero fue sincero cuando confesó que a los socialistas les convenía «que haya tensión». Por eso la corrupción del Vampiro y el lío del cupo son exactamente lo que Warren necesita para desviar la atención de los latrocinios y usurpaciones fiscales de los progresistas.

Para ponderar la victoria de Warren podemos observar la retórica y sus protagonistas.

Las palabras que súbitamente se adueñan del debate público son todas estupendas: solidaridad, equidad, cohesión (social, territorial, fiscal), caja común, aportación, recursos, nación, vertebración, Estado de bienestar, servicios públicos y contrato social.

Los debates, declaraciones y textos, son tan solemnes que casi, casi parece que no estuvieran hablando de quitarle el dinero a usted, señora.

Ese punto central, la coacción fiscal, desaparece entre la polvareda de adjetivos y el aparatoso rasgado de vestiduras.

Lo más importante de la financiación autonómica es que no indica nada sobre qué quieren hacer los políticos con el dinero de la gente. Es obvio que el cupo no guarda correspondencia alguna con el mayor o menor respeto hacia los contribuyentes. Hemos visto a socialistas de pro, es decir, a socialistas que jamás han recomendado bajar los impuestos y siempre han insistido en la perentoria urgencia de subirlos, clamar contra el cupo. Y a otros, análogamente liberticidas, aplaudirlo con entusiasmo.

Técnicamente, como apuntó Juan Ramón Rallo en LA RAZÓN, la competencia fiscal «sólo funciona si autonomía y responsabilidad van de la mano. Socializar el gasto mientras se privatiza la recaudación desincentiva la prudencia y alimenta la narrativa del ‘expolio’ que todo lo justifica».

La tensión fiscal es un lío de opacas arbitrariedades donde lo fundamental, que no es el poder sino sus súbditos, es ignorado. Están quienes abogan por su despolitización. Ingenuos. Y los que se alarman porque el Estado está en peligro. Como si la patria fueran los impuestos. Como si no importaran su libertad y sus bienes de usted, señora.

Warren, satisfecho, se marcha de vacaciones.