Quisicosas

Todo lo contamina

Cuando tu esposa está pringada, tu hermano también y tu fiscal general se ha arrojado a la manipulación política, más te vale pisar calle lo justo y azuzar el odio a los bárbaros en el limes del imperio. En Gaza, más exactamente

Hay una distancia infinita entre el emperador y la plebe; no vayamos a ensuciarle la toga picta. Este finde sus despreciados súbditos mirábamos a Basilea y Roma, sólo aparentemente antagónicas, porque muchos festejamos y también nos preguntamos por el significado de la vida. Aunque ambas ciudades compartan rebozos imperiales (curiosa etimología la del griego basileus), Pedro Sánchez no consideró acompañarnos ni en Suiza ni en el Vaticano. La verdad es que corría peligro de ser abucheado, justo cuando hemos sabido por los wasaps que ordenó acelerar el rescate de Air Europa cinco días después de que el dueño de la compañía –que apoyaba con publicidad la carrera de Begoña Gómez– pidiese ayuda a su mujer.

Cuando tu esposa está pringada, tu hermano también y tu fiscal general se ha arrojado a la manipulación política, más te vale pisar calle lo justo y azuzar el odio a los bárbaros en el limes del imperio. En Gaza, más exactamente.

Nadie va a defender a Israel a estas alturas; tras la matanza de Hamás, Netanyahu rehúye el fracaso demoscópico enjugando en sangre su candidatura. Ahora bien, ¿de verdad va a comprarle la opinión al presidente que condenamos los bombardeos con más contundencia que otras potencias? Ayer, el primer ministro israelí arremetió contra Francia, Reino Unido y Canadá por amenazarle con medidas contundentes si la ofensiva de Gaza no se detiene, pero ni París ni Londres perdieron Eurovisión. Es más, quedaron decentemente. Ni una palabra de España, que es apenas una mosca en su trasero, aunque los medios del régimen nos hayan vendido que Sánchez se ausentaba del Vaticano para liderar en Bagdad la cumbre de la Liga Árabe.

A Roma, el déspota envió al Rey y, a Eurovisión, una pantalla en negro en la tele pública, justo antes del comienzo del concurso, que decía: «Paz y justicia para Palestina», aunque la UER había pedido no politizar el concurso.

Todo lo contamina. La prensa libre, los jueces, el debate sobre las energías, el trabajo de la UCO, la Dana, el rearme de la UE, Eurovisión. Todo se plantea en términos de buenos y malos, ahonda en la división, nos enfrenta y debilita las instituciones, siembra el recelo y nos hace ineficaces como país. Es agotador y falso, porque las personas no viven perpetuamente en liza.

Ayer me llamó mi ahijada, que trabaja en banca, para decirme que la enviaban a casa a teletrabajar porque se había caído la red de Movistar. Valencia, Aragón, País Vasco y Extremadura tuvieron que habilitar números alternativos del 112 para las urgencias. Me lancé a las redes para comprobar que la SEPI, la Sociedad Española de Participaciones Industriales, tiene el 10 por 100 de la compañía telefónica. De los nervios.