A pesar del...
Tragedia progre
Sostener que la gente que recela del socialismo no es racional es incurrir en el mismo vicio de superioridad moral que Andrea Rizzi critica
Finalmente, hasta en El País han acabado detectando deficiencias en el socialismo. Lo cortés y valiente es darles la bienvenida, no afearles los años que se pasaron ignorando o desdeñando a quienes las señalamos antes, y aprender de la forma en la que los progres analizan el «terrible golpe», la «tragedia política» que representa «el colapso de la socialdemocracia», por citar expresiones que leí en un interesante artículo de Andrea Rizzi.
Su retrato es preciso: los socialistas, otrora hegemónicos en Europa, reducen hoy su perímetro a los cuestionados Reino Unido y Dinamarca; y también España, claro, donde se encaminan a una derrota y «una larga travesía en el desierto, a la vista de los escándalos y de los precios políticos pagados por seguir en el poder».
¿Por qué naufraga el progresismo? También aquí acierta Rizzi al reprochar a la izquierda «un equivocado sentido de superioridad moral», y recomendarle «escuchar con una actitud más abierta los malestares de cierta parte de la sociedad», y corregir «la suspicacia de los jóvenes» y el «recelo de muchos» ante las políticas de discriminación positiva.
Sin embargo, comete errores. El primero es pensar que la izquierda se equivoca en su «abrazo bastante acrítico del capitalismo». Difícilmente nuestros progres abracen el capitalismo cuando han perseguido a las empresas, controlado los mercados, intervenido los precios, y subido los impuestos a millones de trabajadores. Eso es anticapitalismo.
El segundo error es creer que muchos ciudadanos pasan a desconfiar de la propuesta socialista «que es, racionalmente, la que más les conviene». Sostener que la gente que recela del socialismo no es racional es incurrir en el mismo vicio de superioridad moral que Andrea Rizzi critica.
Es verdad que los votantes se han desplazado hacia otras opciones políticas, pero eso no es porque son idiotas sino por lo contrario, porque perciben cada vez con más claridad lo que la izquierda significa en términos de recortes de derechos y libertades.
Por fin, Rizzi recomienda «hallar una emoción a partir de la cual conectar y construir. Los argumentos racionales son condición necesaria pero insuficiente». Es el colofón de la tragedia progre. En efecto, el socialismo no necesita hallar emociones, porque siempre ha sido una emoción. En cuanto a la racionalidad, el socialismo siempre ha presumido de ser la verdad revelada científicamente. Y a menudo ha sido racionalmente un error.