Historia

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Academia de matemáticas de Barcelona

La Razón
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oy jueves 14, la ministra de Defensa entregará el premio extraordinario de su Ministerio al Grupo de Trabajo Academia de Matemáticas de Barcelona (1720-1803) por su «contribución durante los últimos quince años a la difusión del conocimiento científico y cultural de ese centro de formación militar modélico».... «materializada en un destacado número de obras civiles y militares de gran importancia para el Patrimonio histórico de España, de América y de Cataluña en particular» (1).

El Grupo comenzó su andadura en 2002 tomando como base de partida unos buenos trabajos universitarios, pero sobre todo, la documentación que se conservaba en el Museo Militar de Montjuïc y en algunas bibliotecas privadas como la del Castillo de Perelada, que una hospitalaria Carmen Mateu puso a disposición del mismo.

El trabajo de 36 diferentes ponentes, profesores universitarios, arquitectos, ingenieros y militares, está dirigido hoy por el Ingeniero de Caminos Manuel Novoa, un buen profesional que aún no ha digerido la destrucción del Pont de Molins tras las riadas de 1971 , una de las grandes obras de aquellos ilustrados. Con él, un «núcleo duro» formado por las profesoras Garcerán y Virgili, el arquitecto Rafael Vila, el general Díaz Campmany y los coroneles Segovia, Lizaur y Carrillo de Albornoz. Fruto de su trabajo y su esfuerzo son los cuatro grandes tomos editados (2). Algo más de 2.300 páginas enriquecidas con magníficos grabados y planos. Sus primeros trabajos fueron expuestos en Montjuïc, en el Castillo de San Fernando de Figueres (2003) y en las Atarazanas –otro ejemplo de construcción militar– en 2004.

Para el estudioso de nuestra Historia, el Tratado de los Pirineos (1659) puso fin a las disputas fronterizas entre España y Francia. Nuestra vecina no tardó en fortificarse y emprender importantes obras públicas siguiendo los cánones de la Ilustración, corriente que llegó a España con medio siglo de retraso, finalizada la Guerra de Sucesión y consolidada la nueva dinastía Borbón. Con Jovellanos ya se constata un resurgir de academias, seminarios, universidades, bibliotecas, y en paralelo obras públicas. No es que todo sea nuevo: se recogen experiencias de los Austrias y en lo que respecta a ingenieros militares, las de centros ubicados en nuestras plazas de Italia y Países Bajos. La más importante, la dirigida por Sebastián Fernández de Medrano en Bruselas.

La Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona se creó en junio de 1720 por impulso del Ingeniero General Jorge Próspero de Verboom, el ingeniero que construyó la Ciudadela barcelonesa de la que hoy se conservan el Arsenal –sede del Parlament– y la Capilla Castrense. Fueron sus primeros directores Mateo Calabro y un extraordinario Pedro Lucuze.

Daba importancia a la arquitectura junto a los estudios de fortificación y cartografía, siempre buscando la perfección del diseño. Fue el primer centro de España que otorgaba titulaciones tras una rigurosa formación que contribuyó a socializar el saber y fue el origen de la primera escuela civil. Aquella élite de cerca de mil ingenieros diseñó y dirigió importantes obras, muchas de ellas consideradas hoy como Patrimonio de la Humanidad como son las fortificaciones de los puertos de La Habana, Cartagena de Indias o El Callao. Pero hay otro aspecto importante: su singular contribución –poco reconocida– al desarrollo económico social de las Españas con obras tan importantes como el Canal de Urgell, la doble esclusa en el azud de Flix sobre el Ebro, la construcción de la Barceloneta o el mismo diseño de Las Ramblas de Barcelona.

El lema de la Academia recogía estos principios: «Nunc Minerva, postea Palas» (ahora la ciencia, luego la guerra) lema que hizo suyo en diversos estudios Horacio Capel (3 ) en los que relaciona el desarrollo científico con la institucionalización de la ciencia, considerando que los ingenieros militares se convirtieron a lo largo del siglo XVIII en la corporación técnica más sólida y eficaz con la que contó la Corona, solo comparable con la Academia de Guardiamarinas de Cádiz (1711) que mantenía un nivel técnico semejante.

Como hemos adelantado, muchos de los fondos de referencia procedían del Museo Militar de Montjuïc con 199 libros de la Academia, con una amplia muestra de trabajos de final de curso de sus alumnos y con los fondos del coronel Travy. Ahora todo anda desperdigado, si no perdido, por la sinrazón y el fanatismo de algunos políticos que han olvidado dos principios básicos: «Los muros no son responsables de las conductas de los hombres; son muchas las fortificaciones europeas con sombras en su pasado» y «Barcelona que tiene una de las mejores redes de museos de Europa, merece por su Historia tener un museo militar como lo tienen Hamburgo, París o La Haya».

Si fuésemos capaces de pensar en el bien general, sería el lugar idóneo para ubicar todo este importante legado de la Academia de Matemáticas, el que ha rescatado un justamente premiado grupo de trabajo.

(1) BOE 292/2017.

(2) La Academia de Matemáticas de Barcelona (1720-1803). 2003/«La Ilustración en Cataluña». 2010 /«El arte abaluartado en Cataluña» 2013. /«La proyección en América de los Ingenieros Militares» 2016.

(3) «De Palas a Minerva» Capel, Sanchez y Moncada. SERBAL/CSIC.1988.