Terrorismo yihadista

Alemania: ¿Vuelta al servicio militar obligatorio?

La Razón
La RazónLa Razón

La noticia apareció, con distintas valoraciones, la semana pasada. Para el Gobierno de Angela Merkel se trató simplemente de una medida de protección civil impulsada por su ministro del Interior Thomas de Maizière, matizada por la de Defensa, Ursula van der Leyen, los tres, miembros del CDU, el partido mayoritario de la «gran coalición». La iniciativa fue menos aplaudida por su ministro de Exteriores, el socialdemócrata Steinmeier, socio minoritario de la misma y fuertemente criticada por alarmista y provocadora de miedo en la población, por los Verdes y la Izquierda, los partidos de la oposición.

El plan, redactado sólo a un mes de los tres atentados yihadistas que sufrió Alemania, prevé medidas para actuar en caso de grandes crisis como ataques, desastres naturales o agresiones cibernéticas. Incluye, junto a consejos para acopio de agua y alimentos, una vuelta al servicio militar obligatorio en caso de conflicto en las fronteras alemanas, para apoyar a las Fuerzas Armadas.

Alemania había suspendido el servicio militar obligatorio en 2011, tras 55 años de vigencia. Sus Fuerzas Armadas –Bundeswehr– cuentan con 180.000 efectivos a los que la ministra Van der Leyen quiere añadir otros 14.300 soldados y 4.400 civiles antes de 2023. Pero lo aprobado por el Gobierno de Berlín se refiere a «defensa civil» que afecta a personas y empresas, sin definir claramente cómo se relacionarán con las Fuerzas Armadas y con organismos actuales de protección civil, sin especificar tampoco planes de entrenamiento, formación o encuadramiento.

Para los españoles la noticia se interpretó de diferentes maneras. Para unos, los del «no a la guerra» y los hijos de la insumisión, era una peligrosa vuelta al militarismo impulsada por la «derecha» alemana. Pero para otros podría significar una posible solución ante la deriva de ciertos sectores de nuestra juventud, crecidos en ambientes de crisis familiares, políticas y sociales y del fracaso de un sistema educativo en gran parte excesivamente politizado y disgregador. Son los que creen que un servicio militar podría enderezar conductas y cohesionar nuestra sociedad.

En lo que para mí es una de las mejores síntesis de nuestro pasado inmediato (Reflexiones de un viejo soldado. Atenea 2014), el general Jorge Ortega, buen pensador, afilada pluma, analiza las causas y el fin de nuestra «mili» en 2001 tras 231 años de vigencia. Pondera las razones que llevaron al Gobierno Aznar a suspenderlo –sigue vigente (Artº 30) en nuestra Constitución– considerando que el «verdadero iniciador del cambio fue el comienzo de nuestra participación en operaciones de mantenimiento de la paz, ante la cual la población se mostró contraria a que desplegasen soldados de reemplazo». Por supuesto, también había razones económicas –la plaza en rancho por soldado y día era en 1981 de 158 pesetas, es decir, menos de un euro– y sociales, consecuencia de la evolución de nuestra sociedad.

Pero el servicio militar había logrado, según Ortega, «una buena cohesión nacional y social de la que ahora estamos en el otro lado de la escala». «El encuentro entre jóvenes de regiones, profesiones y niveles sociales educativos y económicos muy variados, resultaba muy positivo y enriquecedor para el mutuo conocimiento». Y añade: «tras el licenciamiento habían adquirido, casi sin darse cuenta, una serie de hábitos de disciplina, puntualidad y subordinación que previamente desconocían».

Por supuesto, luces y sombras en tiempos complejos. En muchos casos la prestación del servicio significaba asumir gastos de desplazamiento, incluso gastos de manutención, aspecto al que los gobiernos de turno no fueron especialmente sensibles.

Estas sombras fueron más que aireadas tanto por ciertas ideologías, por la «objeción de conveniencia», así como por amplios sectores de los medios de comunicación. Especialmente agresivos nuestros cineastas, que encontraron en secuencias de la «mili» campo fácil y sin respuesta, para socavar valores que hoy necesitaríamos.

Pero también alguien recuerda las luces. Y apuntan a un retorno que pudiera enderezar unas conductas jóvenes. Es tarde, en mi opinión. Las conductas de nuestros jóvenes se labran en casa, en los colegios, en la calle. Y están prácticamente definidas bastante antes de los 18 años. Pueden enderezarse los que voluntariamente aceptan un régimen de vida basado en la disciplina y el trabajo en equipo (llamamos «unidades» a nuestras formaciones). Pero no es tan sencillo entre personas que no reúnen estas condiciones de voluntariedad.

En resumen, no creo que las medidas alemanas muy afectadas por los atentados yihadistas, por las presiones migratorias y por una creciente corriente de extrema derecha política, se extienda por España y por el resto de Europa.

De hecho, ya tenemos formas de integración mediante reservistas, algo que sí debería potenciarse entre nosotros, actualmente estancado por restricciones presupuestarias.

Pensar en un servicio civil o militar de reserva para apoyo ante crisis es medida prudente y positiva. Volver al modelo de servicio militar obligatorio anterior a 2001, creo sinceramente, no lo es.