OTAN

Besmayah: veraneo a más de 50º

Por supuesto el liderazgo español de una unidad multinacional en el seno de la OTAN debería ser noticia. Pero vivimos en una sociedad insensible al esfuerzo de algunos de sus componentes

La Razón
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Poco imaginaba Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), más conocido como el Gran Capitán, que cinco siglos después de su muerte unos españoles izarían la bandera de España en una base que lleva su nombre situada a 30 kilómetros al sur de Bagdad, en la que junto a portugueses, ingleses, norteamericanos y propios nacionales, instruyen a las brigadas de combate del país del Eufrates y el Tigris que lucha contra un enemigo, que es el de todos nosotros: el Daesh.

Y si el Gran Capitán fue pieza clave del engranaje del nuevo Estado que construyeron los Reyes Católicos en una hora de la historia en que el mundo pasaba de la Edad Media a la Moderna, el nuevo ejército que nace en Iraq debe ser la clave de su seguridad y soberanía tras años de dura y cruel incertidumbre.

Los 300 y pico españoles pertenecientes a los Ejércitos de Tierra –el grueso, sobre la base de la Brigada de Caballería «Castillejos» y Unidades de Montaña– y del Aire –Zapadores Paracaidistas y Controladores– están desplegados entre Besayah, el aeropuerto de Bagdad y Taji, donde también operan instructores de Operaciones Especiales. Súmense a ellos médicos, intendentes, ingenieros politécnicos.

El contingente de Besmayah al mando del coronel de Caballería Pedro Vázquez de Prada, reconoce que las condiciones de la base con mando iraquí «son austeras». Alguien ha llegado a calificarlas de «espartanas». Pero curiosamente componentes de cinco países se llevan bien, consideran que trabajan como en una pequeña familia. Lo resume un joven oficial inglés cuando declara «estamos aquí por una buena razón; y esta misión tiene razón de ser».

Hoy instruyen a una brigada mecanizada, muy del estilo de la Castillejos. «Pero también instruimos a una batería de otra brigada» y «a lo que manden, que por nosotros y por nuestro empeño no va a faltar». En el complejo existe una Escuela de Desactivación de Explosivos en la que España aporta una larga experiencia. Bien saben los alumnos que salen de ella «el alto riesgo de caer en alguna trampa del Daesh».

«Hay una gran relación entre unidades de protección, intercambios de clases en español e inglés; españoles probando armas americanas; un vehículo inglés apoyando a uno español y viceversa».

Por supuesto el liderazgo español de una unidad multinacional en el seno de la OTAN debería ser noticia. Pero vivimos en una sociedad insensible al esfuerzo de algunos de sus componentes. Me tengo que enterar por otras fuentes, que el jefe de la Unidad Logística, comandante Jofré, renunció a asistir al funeral por su padre fallecido hace un mes, por un irrenunciable sentido del deber.

Cuando se refieren a seguridad dicen «Besmayah no es Zaragoza , Valencia o San Clemente Sasebas, pero aquí la hacemos compatible con nuestro trabajo». «Esta misión lleva mucho tiempo preparándose en casa», insisten. Lección a retener: dice una vieja máxima militar: instrucción dura, guerra blanda; instrucción blanda, guerra dura. Lo bien preparado se ejecuta fácil; lo chapucero sale caro.

Es interesante la entrevista que realizó Radio Nacional de España a un oficial inglés, capitán de 29 años perteneciente a un Regimiento de Infantería con base en Chepstow en el sureste de Gales. Tras reconocer que los británicos no están demasiado acostumbrados a actuar bajo órdenes de otros, dice que se ha adaptado perfectamente. Señala en un castellano contemporáneo al del Gran Capitán, que «los fusileros, son escaramuceros (sic) por tradición». Compara positivamente la misión con las anteriores realizadas en Afganistán y Kazajistán.

«A mis soldados les gusta trabajar con los españoles y la cohesión ha hecho fácil su trabajo». En otro momento hablará de la «extrema cortesía» de nuestra gente. A la dureza del trabajo, responde socarrón que Besmayah a falta de comodidades materiales, es «sobre todo espiritual, porque nuestra moral es alta a pesar de la dura existencia de aquí».

Cada contingente con los que contacto –y vienen a mi mente muchos momentos difíciles en Irak– tiene sus propias características. Por supuesto influye mucho el mando y su equipo. En este contingente noto un sano orgullo de lo que han heredado de unidades anteriores y de lo que están realizando, revestido todo de un tono desenfadado. No les extraigo ni una queja, ni un destello de cansancio, ni la nostalgia por una España de playas saturadas y fiestas de verano. Saben que ayudando a vencer al Daesh contribuyen a nuestra seguridad y a la de Francia o a la de Alemania. Y lo hacen unas generaciones que se han formado en estos ambientes, bien adiestradas, eficaces, con las lecciones aprendidas de nuestra Historia, dispuestos a sacrificarse, a aprender, ayudar, comprender.

Nuestros soldados de Besmayah nos brindan unas lecciones de cortesía, cohesión, eficacia, sacrificio y modestia, que deberían saber aplicar quienes tienen estos días en sus manos, el futuro inmediato de España. ¡No las desprecien!