Luis Alejandre

Coordinar

No pretendo remontar turbias aguas pasadas. Me preocupa el futuro. Porque si las líneas de coordinación siguen como hasta ahora, ya podemos preparar funerales, memoriales, altares callejeros, velas y flores

La Razón
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«Concertar medios y esfuerzos para una acción común», según lo define nuestro Diccionario.

Retengo una de las «lecciones aprendidas» tras los atentados yihadistas que sacudieron Bruselas en marzo de 2016: «Seis cuerpos policiales mal coordinados, difícilmente podían prever lo que se les venía encima».

Hoy se cumplen dos semanas de la tragedia de Barcelona y Cambrils. Una manipulada y prostituida manifestación del sábado 26 nos lleva a olvidar lo que pasó y por qué pasó. Lo peor en mi opinión: la utilización de las víctimas. Y nos preguntamos si con cuatro cuerpos policiales: Policía Nacional, Guardia Civil, Mossos y Guardia Urbana desplegados en Cataluña, no pasó lo mismo que en Bruselas, agravado en este caso por la necesidad de dar protagonismo a un Cuerpo aun a costa de ningunear a los otros, entre ellos muy especialmente a la Guardia Urbana de Barcelona, una policía eficaz con larga tradición de servicio muy superior a la de los Mossos. Pero convenía pasar un mensaje de suficiencia policial. Una manipulada información obvió la relación entre Ripoll y Alcanar, dos pueblos separados por 260 kilómetros; como se tapó la mala gestión de la explosión de la casa «okupada» desde hacía un año en este último pueblo. El aplauso en caliente sobre la contundente forma de abatir a los terroristas tiene también otra lectura. No sé si hubiera reaccionado igual si la fuerza de respuesta hubiese sido la Guardia Civil. Tampoco sé lo que opinan los jueces.

Pero no pretendo remontar turbias aguas pasadas. Me preocupa el futuro. Porque si las líneas de coordinación siguen como hasta ahora, ya podemos preparar funerales, memoriales, altares callejeros, velas y flores. Ante nosotros tenemos a un enemigo instalado en mentes enfermas. Y luchar contra él, exige un máximo y coordinado esfuerzo común sin las fisuras que hemos visto estos días. Entre estas fisuras penetra su odio. Porque será muy difícil seguirles en su escalada de muerte, como lo era el seguir los cambios de frecuencia de los contemporizadores que utilizaban los también asesinos de ETA. Para ellos todo lo que sea terror y muerte, bien sean explosivos, aviones en vuelo, peatones atropellados o acuchillamientos, les vale.

Me recordaba este lunes un dirigente de Ciudadanos que la Junta de Seguridad de Cataluña –un organismo de coordinación de alto nivel– llevaba nueve años sin reunirse. Y aclarando un malicioso equívoco añadía que quien debe convocar esta Junta es precisamente el presidente de la Comunidad.

Más próxima mi opinión a los conceptos de coordinación de las Fuerzas Armadas, utilizaré las definiciones de la «Doctrina para la Acción Conjunta» (PDC-01), documento curiosamente firmado en mayo de 2009 por un hombre que cambió los altos vuelos de su F-18 por los ruidosos y de baja cota de una formación política cercana a los separatistas en una misma acción corrosiva contra España. Llama la Doctrina relaciones de coordinación (Artª 42) a las que se establecen entre «órganos pertenecientes a distintas estructuras o distintas cadenas de mando operativo, relacionadas con una actividad o función concreta» y «autoridad de coordinación» (Artº 43) a la «delegada con finalidad de coordinar actividades o funciones que impliquen la actuación de varios organismos». Termino la referencia con el concepto de gestión (Artº 48): «Para gestionar esta complejidad existen dos métodos para garantizar el mando y control: mediante organización de mandos componentes o mediante el control directo».

Resumo: experiencias y métodos existen. ¿Qué falta?: voluntad de implementarlos, instalados como estamos en un campo de recelos políticos. Personalmente priorizo la coordinación por encima de la centralización, pero no descarto esta última en determinadas situaciones.

En el caso del Ejército, determinadas centralizaciones administrativas están resultando nefastas. Es una de las consecuencias de la crisis económica. A falta de recursos, disponiendo de medios informáticos de control, se tiende a absorber, a centralizar. Y se desprecia una de las mayores virtudes de los hombres de armas: la iniciativa, el «hacer más de lo preciso de su obligación», como dicen las Ordenanzas. Si para comprar unas docenas de vasos en Tarifa hay que consultarlo a Madrid, vamos poco a poco matando el interés de los mandos y subalternos por gestionar bien. Y no me digan que el sistema permite huir de la corrupción porque contestaré que no ha habido corrupción en FAS. Toda una generación se preocupó de construir colegios mayores para nuestros hijos; y de la nada se montaron museos militares en Castellón, Valencia, Tenerife o Menorca. ¿Creen que el buen teniente Valero Ramos que distribuía equitativamente a los nómadas el agua de Guelta Zemmur en el Sahara recibía instrucciones de Madrid?. ¿Se ceñía estrictamente a normativas el coronel Marqueta cuando reactivaba una residencia en Pedralbes que quisieron quitarnos, como ahora lo han hecho con los colegios mayores?

Pongo ejemplos que conozco para que nos sirvan en diseñar el futuro.

Están bien las cumbres de París; están bien los contactos con Rabat. Pero es dentro de casa donde tenemos necesidad vital de coordinar.

La alternativa: tomar el mando.