Luis Alejandre
De Nochebuena a Reyes
Por supuesto, nadie puede huir de las preocupaciones que nos acechan como el mismo Rey no puede dejar de asumir las responsabilidades que le marca la Constitución. No. No es tarea fácil la que se le avecina a nuestro Monarca
No es que el Rey observe silencio durante todo el año. Lo hace con frecuencia bien preparado, adecuado al lugar y momento, consciente de la trascendencia de sus palabras. Por supuesto no descuida mensajes particulares casi siempre referidos a la unidad, al esfuerzo común. Y no duda en pronunciar la palabra España, siempre unida al concepto de gran nación.
Pero hay dos momentos ya encajados en su agenda: el mensaje de Nochebuena y la Pascua Militar. Momentos particulares este año –el segundo de su Reinado– por el incierto periodo postelectoral que vivimos.
El 24 de diciembre, entrando en nuestras casas, nos habló de la necesidad del diálogo: «la pluralidad política conlleva una forma de ejercerla basada en el diálogo y el compromiso»; apeló al respeto a la Ley: «su ruptura sólo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia»; a la conveniente estabilidad: «debemos consolidar lo conseguido en las últimas décadas»; y la identidad: «más que nunca son tiempos en los que es necesario reconocer todo lo que nos une».
Ayer, día de la Pascua Militar, el Rey se ciñó en sus palabras a cumplir lo que su respetado antecesor Carlos III decretó: transmitir a sus jefes para que estos lo transmitiesen a sus tropas, su real aprecio. Era la forma que encontró el Rey Ilustrado para conmemorar la reconquista de Menorca perdida en la Guerra de Sucesión a la Corona española. Y así lo hizo Felipe VI ante 150 representantes de los Ejércitos, la Armada y la Guardia Civil, tuteándoles como signo de compañerismo y proximidad, recordando sus treinta años de vida común. Les habló de «compromiso con el presente» y de «optimismo sobre nuestro futuro». Les animó a seguir trabajando «con la misma abnegación, disciplina y lealtad».
No piden más las gentes de armas. De sobra entendían cada palabra, porque estamos cortados con el mismo patrón.
Por supuesto nadie puede huir de las preocupaciones que nos acechan como el mismo Rey no puede dejar de asumir las responsabilidades que le marca la Constitución. No. No es tarea fácil la que se le avecina a nuestro Monarca.
En estos momentos sólo me atrevo a recordar una virtud, más necesaria que nunca: la paciencia. Doy por supuestas y refrendadas muchas otras como la abnegación, la constancia, la preparación, el esfuerzo, el sentido de la responsabilidad, incluso una virtud tan positiva como es el sentido del humor.
La incluye Pedro Calderón de la Barca en su conocida oda:
...el honor, la bizarría/ el crédito, la opinión/ la constancia, la paciencia/
La humildad y la obediencia/fama, honor y vida son...../.
Recientemente la revista «Historia y Vida» se ha unido al homenaje nacional a Bernardo de Gálvez dedicando un amplísimo trabajo al militar español querido y respetado en México y en Norteamérica. A este acierto une el hacer llegar al gran público la traducción y reedición –la primera es de 2002– de la conocida obra de Thomas F. Chavez, «España y la Independencia de los Estados Unidos». La obra, ampliamente documentada analiza en su comienzo las personalidades que intervienen en aquel conflicto. Estamos hablando de la segunda mitad del siglo XVIII
Por supuesto aparece toda la saga malagueña de los Gálvez, José el tío de Bernardo que fue Ministro de Indias, Matías su padre que fue capitán general de Guatemala y del propio Bernardo un personaje de leyenda del que justamente se ha escrito con profusión en fechas recientes. A su lado, resalta el autor la figura del capitán Francisco de Saavedra de Sangronis, su brazo derecho.
Aparece la figura del Conde de Floridablanca de su concepto estratégico del poder naval y militar, de sus esfuerzos modernizadores. De cómo utiliza como baza el desgaste inglés ante el levantamiento de sus trece colonias americanas para recuperar Menorca e intentarlo con Gibraltar.
Con él –en contra él muchas veces– el Conde de Aranda nuestro representante en París de entonces.
Son interesantes las figuras de nuestros representantes en Washington, Juan de Miralles y Francisco Rendón y al que fue nuestro primer embajador, el industrial vasco metido a diplomático por sus amplios conocimientos sobre el nuevo país, Diego María de Gardoqui.
Sin descuidar al Capitán General de Cuba Diego José Navarro, de cuyo mando dependían todas la expediciones a Nuevo México y La Luisiana, el personaje central del relato es para el autor, Carlos III.
Del experimentado Monarca que nos llegó de Nápoles entresaca virtudes bien conocidas. Destaca su capacidad para encajar derrotas y salir de ellas con ánimo. La Guerra de los Siete Años (1756-1763) fruto del Tercer Pacto de Familia con los Borbones franceses, fue un fracaso que se unia al precio que tuvo que pagar su Dinastía en la Guerra de Sucesión: ¡de ahí su alegría al reconquistar Menorca en 1782!
Y al hablar de Carlos III repite siempre una virtud: la paciencia.
Ante los días que se avecinan, no veo mejor virtud.
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