Ley del Menor
El colegio en casa
Leo en estas páginas un reportaje sobre el homeschooling, es decir, la escolarización casera. O dicho en otras palabras: la decisión de los padres de no mandar a los hijos al colegio y que su casa sea su escuela. Tal fenómeno viene de Estados Unidos, coherente con su idiosincrasia americana dada al espíritu de frontera, de colono que te recibe con la escopeta cargada en el porche de casa, a su concepción de la libertad individual, quizás rara para la lógica europea, más rígida, estatalizada y burocratizada.
Allí son varios millones los alumnos del homeschooling, más o menos el 5% de los niños en edad escolar. Una tendencia que va en aumento. Las razones de optar por tal modelo son variadas y según datos que manejé hace un par de años, el 36% de los padres dice que es más adecuado para la formación moral y religiosa; un 21% porque le preocupa el ambiente de las escuelas; el 17% por su desacuerdo con el programa académico oficial; el 4% lo haga por «necesidades especiales» y el 2% por problemas de salud física o mental de los niños.
La Razón se ocupaba del homeschooling en España, donde lo practican entre 2000 y 4000 de familias según datos de 2015 y las que lo hacen suelen ser jóvenes –lógico, tienen hijos en edad escolar– de pocos recursos y con menos de cuatro hijos. Como razones de tal opción se invocan preservar a sus hijos de la hostilidad del entorno escolar o por desconfianza hacia la educación reglada, oficial o por desear un enseñanza muy individualizada.
Si al homeschooling se añade ese otro fenómeno en alza –el teletrabajo–, tengo la impresión de que vamos de extremo a extremo: unos que no quieren sacar a los niños de casa y otros que les aparcan en el colegio atiborrándoles de actividades extraescolares; otros atrapados en trabajos que les hacen salir a las tantas y otros que ven la solución en no salir de casa. Si a esto se le une que los hijos cada vez se van más tarde de casa, me imagino un panorama muy casero.
En el homeschooling tiene cierto aroma de catacumba. El Estado es contemplado como un enemigo que quiere adueñarse de los hijos a los que, además, hay que proteger de un ambiente escolar selvático. No niego que haya razones que puedan abonar esos temores y no faltan leyes que plantean una suerte de expropiación del derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos e inculcarles sus principios y valores, pero de ahí a aislar a los hijos media un buen trecho.
La noticia que comento tenía como protagonista un chico al que se tilda de «genio español» porque tras optar sus padres por el homeschooling ha conseguido una beca para estudiar en un prestigiosa universidad británica, luego el homeschooling no pugnaría con el éxito; sin embargo no capto por qué ese caso ejemplifica las bondades del homeschooling. Según el reportaje el chico es un superdotado, lo que lleva a pensar que tiene especial facilidad para adquirir conocimientos sin apoyo escolar; además –y con todo respeto– del reportaje intuyo que es un poco rarito, no por superdotado, sino porque compensa el aislamiento, la falta de relación con chicos de su edad, con las redes sociales, como youtuber. No sé qué tiene eso de bueno.
El homeschooling será anecdótico en España, pero replantea qué libertad se está dispuesto a reconocer a los padres en la educación de los hijos. Si se garantiza su homologación y compatibilidad con la enseñanza reglada, las pegas entrarían ya en el terreno de lo opinable. Por lo pronto exige unos padres pletóricos de conocimientos, de tiempo y, seguramente, escasos de hijos; además favorece el aislamiento luego habrá que valorar si no ayuda a aprender a convivir. Personalmente prefiero lo normal: en el colegio es más lo que se recibe y no exime a los padres de involucrarse en la enseñanza de los hijos ni en la responsabilidad de educarlos; se hacen amigos y los padres pueden conocer a esos amigos y a los padres de los amigos.
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