Historia

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El gran bostezo

La Razón
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La realidad es hoy día un gran bostezo. La cuestión es fácil de entender: los valores sociales y la cultura en todo momento y lugar dependen de quién tenga el poder. Y, si hoy el poder reside en el pueblo, es difícil entonces conseguir un proyecto realmente culto y elevado. Esta afirmación no es peyorativa sino pura descripción: aquello que es Zeitgeist o espíritu del tiempo o cultura real o que simplemente tiene interés (dejando pues al margen libros sin vida alguna o momificados en sótanos de estanterías, o cultura subvencionada) va a depender de la suma de voluntades de adquirentes o de consumidores o de sus mandos a distancia de televisión. Y obviamente así es difícil que se genere un producto elevado. Todo es un gran bostezo porque sencillamente lo importante o definitorio del nuevo diseño social (lo que deja huella o tiene vida) es reflejo del nivel medio popular que hoy manda y que además debe mandar: pop, actores de cine, famosos, políticos sin fondo, faranduleros, deportistas y poco más.

Obviamente la gente no tiene ninguna culpa de todo ello; simplemente es así y hoy no puede ser de otra manera. Es más, no hay otra vía que esa de apoyar las líneas de progreso social y los principios de nuestro orden. Debemos sumarnos (los intelectuales son el mejor ejemplo) a esa tendencia sin remedio. Solo faltaría. No hay alternativa mejor, porque además «el gran bostezo» en el que estamos sumidos todos (unos con gusto, aturdidos ante los progresos de nuestro tiempo) y otros no tanto, tiene más bueno que malo. El «gran bostezo» (es decir, la realidad de hoy) crea bienestar y beneficios indudables; todo es bueno esencialmente hablando. Simplemente con sacrificar la cultura en sentido propio o trascendente es suficiente. Las ventajas son por tanto mayores que las desventajas. Ha de ser así.

Lo único... cabe sin embargo comentar que, pese a la ausencia de alternativa mejor, algo puede hacerse: la sátira y la broma contra los nuevos poderes, es decir, el pueblo y sus valores representados por los personajes de hoy creados a su imagen y semejanza. Eso es lo que he hecho en un libro gracioso y mordaz que ha sido publicado estos días y que está ya en distribución. Su título es... «El gran bostezo» (Editorial Entrelineas). Acaso, estos mensajes que estoy aportando en este periódico solo los perciba el lector del «Gran bostezo» de forma un tanto indirecta, porque lo más inmediato del «Gran bostezo» es simplemente lo alocado y fantasmagórico y satírico donde no queda títere con cabeza. Un libro que, profundizando en el estudio de la condición humana, mezcla lo divino con lo ridículo y algunas veces hasta obsceno. Los personajes de la obra son o somos los personajes de hoy, con nuestros temas y nuestras preocupaciones, tratados con tono gracioso y burlesco o divertido, además de extravagancias y pequeños absurdos. Una obra escrita en forma de sucesivos diálogos de personajes del presente, quedando la sociedad de hoy retratada; una especie de «dictamen de cátedra» culto pero en plan de broma sobre el momento que vivimos.

Es cierto que los intelectuales siempre vieron con desdén la realidad (los expresionistas alemanes llegaron a hablar de asco a la realidad –Wirklichkeitshass–) pero lo de hoy tiene un cierto atractivo especial: la realidad del presente pasa por ser hoy algo que está en posesión de la verdad, algo intocable, algo cuya gracia está en una libertad de expresión cuyo quid es que todo es relativo pero habiendo después verdades absolutas (las del progresismo y sus progres); una libertad de expresión que sirve para que todos puedan decir lo que piensan pero que al final significa que solo se pueden decir ciertas cosas porque hay ciertas verdades intocables a modo de dogmas más duros que los de cualquier tiempo pasado. Cuatrocientas páginas con los tipos graciosos de hoy, bondadosos progresistas que después son intolerantes de primera división, intelectuales fuera de lugar, dragqueens y gente del espectáculo, sujetos ajusticiados por azar, políticos del presente, etc. etc.