Damasco

Guarden algunos cazas para bombardear Afganistán

Ayer, en su habitual charla sabatina, el presidente Obama sacó pecho para anunciar a sus conciudados que Estados Unidos estaba liderando al mundo en las actuales crisis internacionales, es decir, la amenaza islamista, el ébola, la guerra de Ucrania y el cambio climático. En realidad, nada que no forme parte del imaginario colectivo de los gringos, acostumbrados por el cine a figurar a la cabeza de la lucha contra virus, marcianos, zombis y demás plagas planetarias. Y, sin embargo, cuando el asunto escapa al control de los guionistas, cuando la realidad supera ficciones y soberbias presunciones, el liderazgo mundial toma el preocupante aspecto de aquellos ciegos del cuento que debían describir un elefante, pero sin palpar cada uno más que una parte del animal.

Dicho de otro modo: hace tiempo que Washington va a remolque de los acontecimientos mundiales, incapaz de interpretar las causas de los problemas, predecir su desarrollo y calcular las consecuencias. Veamos, primero, su actuación ante la crisis del ébola, mucho más sangrante por cuanto en la videoteca de la Casa Blanca debe haber filmografía exhaustiva sobre terribles virus mutantes que, al menos, deberían haberle dado una pista. El primer brote se identificó en Guinea Conakri el 22 de marzo de 2014. Para el 29 se había extendido a la capital del país. Algunos periódicos occidentales, LA RAZÓN sir ir más lejos, dieron cuenta de que era la primera vez que el ébola llegaba a una gran aglomeración urbana y que, dado el deficiente sistema sanitario de la zona, convenía tomar medidas. El 31 de marzo, el virus estaba en Liberia; el 2 abril, la OMS daba la primera alerta y, en mayo, había llegado a Sierra Leona. Luego, se atenuó y no volvió a los medios de comunicación hasta el contagio de los primeros médicos y misioneros occidentales. Siete meses después, con el ébola diseminado y los gobiernos locales improvisando lazaretos y decretando áreas de cuarentena como en las últimas pestes, Obama anuncia un plan de choque para controlar la pandemia. Medio año perdido. Medio año de prédica en el desierto de los pocos y abnegados voluntarios que trabajaban sobre el terreno.

También podemos ver en qué ha consistido el «liderazgo mundial» de Obama en la lucha contra el islamismo. Porque ni se enteró de lo que significaba la Primavera Árabe ni fue capaz de moderar las apetencias neocolonialistas de Francia en Libia, ni entendió cuáles eran los verdaderos intereses que defendían Qatar y Turquía ni, finalmente, parece haber comprendido la causa última de esta guerra de religión. Y, así, un día amenaza con bombardear al sirio al Asad, descrito como un terrible tirano, para otro día acabar disparando con todo sobre los enemigos de Damasco. Y un día jalea la destitución y juicio de Mubarak, para otro día respaldar el golpe de estado y la represión desatada por los mismos generales egipcios, que, no lo olvidemos, fueron derrotados en las urnas por el islamismo. Y el «liderazgo», lamentablemente, sigue del mismo tenor allá donde se mire. Por ejemplo, en Afganistán. Los talibanes, insensiblemente, están completando el cerco de Kabul, asentándose en la provincia de Ghazni, donde los muertos se cuentan por centenares. Pero no hay de qué preocuparse. Cuando los chicos del mulá Omar reconquisten el poder, ya no estará Obama en la Casa Blanca.