Universidad

Hipólito Durán Sacristán

La estatura profesional y moral de Hipólito Durán se acrecienta en el exilio de la institución universitaria. Fue ejemplar como médico, profesor, universitario y, en fin, como español. Sus valores y los sentimientos que mueven los sentimientos de otros son los más fuertes que emanan de la razón

La Razón
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Erich Fromm explica que cuando el hombre rompe su armonía con la Naturaleza y supera la indigencia que ello origina queda dotado de razón, imaginación y conciencia –pero no con la misma intensidad ni claridad igual para todos– y establece la relación consigo mismo, con el prójimo y con el mundo histórico en el que está situado, al que se incorpora para labrarse una función activa y desde ella crear y adquirir prestigio y fama.

Estas son las fronteras de individuación de una persona de la magnitud espiritual, humana, científica y universitaria del Catedrático de Patología y Clínica Quirúrgicas, Doctor Hipólito Durán Sacristán, médico eminente, cirujano excepcional, que ha hecho de su profesión un sacerdocio de entrega absoluta, sometiéndose siempre al dictado de su conciencia en una permanente superación y entrega a su familia, sus enfermos, sus alumnos, sus amigos, de quienes afirma, con Aristóteles, que «el amigo es otro yo». Su vida entera, en efecto, ha sido una entrega a sus tres amores: la Familia, la Universidad y la Medicina, y esto ha sido así porque su conciencia es una obra de arte buscando siempre la perfección. Su carrera ha sido un verdadero «cursus honorum» de tal amplitud que es absolutamente imposible abarcarla en una simple opinión periodística.

Quiero fijarme en un detalle de su vida universitaria, porque la intensidad y los efectos de su vida universitaria han sido decisivos. En ella hay un momento determinante: la designación, por doble turno, de Especialidades y, segundo turno, Claustro de Catedráticos de Facultad para pronunciar la Lección Magistral en el antiguo «Caserón de San Bernardo», en el que quedó a elección exclusiva del que hablaba en representación de toda la Universidad. El elenco de temas de su especialidad era amplísimo; sus temas investigados y renovadores de problemas y cuestiones de importancia decisiva; él mismo justificó la elección, «porque comprendí que debía hablar de un tema que pudiera ser sentido y vivido por todos».

El discurso de apertura del Curso lo tituló, con profundo sentido diltheyano, «Vivencias universitarias». Dilthey y Nicolai Hartmann, en sus respectivos pensamientos, desenvuelven el concepto de «erlebnis» (experiencia/vivencia) como la mínima unidad capaz de producir un fenómeno histórico, y el «espíritu objetivo» como la coherencia de quienes viviendo un mismo tiempo histórico, desarrollan «mediante la camaradería en el tiempo y la comunidad en la vida», una identidad cargada de consistente espíritu. «Las cosas de la Universidad son las cosas de la vida», afirma el Doctor Durán en su importante discurso y brillantísima lección universitaria, donde se compromete hasta lo más hondo de su ser: «La Universidad es, para mí, mi equilibrio, mi vocación y mi razón de ser. En ella he pasado toda mi vida y nada me atormenta tanto como la idea de que la voy a tener que abandonar antes del tiempo que esperaba servirla», haciendo mención y referencia del gobierno por su propósito de anticipar la jubilación de los catedráticos cinco años de su vida universitaria.

El saldo que ofrece la vida profesional del Doctor Durán como profesor universitario es impresionante. Ha dirigido 77 Tesis Doctorales, 11 en la Universidad de Valladolid y 66 en la Complutense de Madrid; un número considerable de investigaciones y monografías que alcanzan la cifra de 177; su notoriedad y prestigio son absolutamente mundiales porque su fama se extiende especialmente al mundo occidental; pertenece a treinta y una sociedades científicas; ha sido presidente muchos años de la Real Academia Española de Medicina. Ha creado escuela: sus componentes sienten una devoción por su maestro. En cada acto, en cada palabra, ofrece una lección.

Toda la vida del profesor Durán ha sido una preparación en el campo de la ciencia y los saberes. La estatura profesional y moral de Hipólito Durán se acrecienta en el exilio de la institución universitaria. Fue ejemplar como médico, profesor, universitario y, en fin, como español. Sus valores y los sentimientos que mueven los sentimientos de otros son los más fuertes que emanan de la razón. Spinoza los llamó «amor intellectualis», es decir, el amor a la perfección, un amor que conexiona e integra tolerancia, sabiduría, eticidad y humanismo categorial; alma abierta y nobilísima, sólo siente la ambición de perfeccionar la vida y los sentimientos de los otros, creando la perfección en la humildad de un auténtico sabio.

Hoy me ha llegado la noticia de su fallecimiento. Descanse en paz este espíritu que ha salvado tantas personas y originado tantos avances en la cirugía y la medicina contemporáneas.