Muere Fidel Castro
Por fin, Fidel
Dictador es poco. Tirano. Auténtico tirano. Represor cruel e implacable. Creador de un puro estado policial, con vigilancia para todos, los siete días de la semana, las veinticuatro horas del día, en la familia, la vecindad, el trabajo. Un típico totalitarismo de sospecha universal y delación generalizada. Ejerció el monopolio absoluto del poder, sin simulacro alguno de democracia ni el más mínimo respeto por toda ley que no fuera la de su omnímoda voluntad, lo que incluía el derecho a triturar física y moralmente a todo opositor al régimen, los gusanos.
Personaje histórico, ya lo creo que lo fue, decididamente para mal. Ocupa un indigno puesto de honor en la lista de déspotas que han considerado la libertad como un robo de lo que les era exclusivo y un delito de lesa humanidad. Como sus colegas ideológicos, trató de apropiarse de las conciencias, haciendo tragar verdades oficiales como ruedas de molino y como ellos frenó y revirtió la evolución, por irregular y espasmódica que fuera, hacia el progreso en el bienestar y la cultura.
Cuando en 1959, falseando sus intenciones y ocultando su fe comunista, con apoyo norteamericano, derribó al corrupto dictador Batista, el desarrollo económico de Cuba, con todas sus taras, estaba a la cabeza de América Latina y superaba el de la entonces España franquista. Todavía en el 58 abundaban en los consulados cubanos en España e Italia las solicitudes de visados de emigración a la isla. ¿Dónde están ahora los términos de la comparación?
Es humor negro gochista de la peor especie hablar de logros educativos y sanitarios para encubrir miserias totalitarias. Las clases medias laboriosas, ilustradas y educadas votaron con los pies tras el fracaso de Bahía de Cochinos, en el 61, dejando todo atrás, yéndose con menos que lo puesto y corazones desgarrados. Hasta los anillos de alianza les arrebataban, por el bien de la revolución y a beneficio de sus servidores. Varias décadas después, los que llegaron con sólo lo que portaban en sus cerebros, aparecerían en las clasificaciones americanas como la minoría de más éxito en los Estados Unidos, por encima de la judía. La amputación de ese pilar social de un país es el peor crimen de lesa patria que puede cometer un régimen, que además dilapidó en ayuda soviética el equivalente a siete planes Marshall, amén de tres millones de ciudadanos en un país de once. Mientras tanto, ¿alguien conoce algún avance científico o tecnológico cubano, salvo la hazaña de que sigan traqueteando los coches de los cincuenta? En las escasas visitas e intercambios universitarios, los nuestros se quedan pasmados de que ellos, por falta de los más elementales medios, tuvieran que hacer las cosas de su especialidad con métodos de hace cuarenta años. Y por supuesto, visitas e intercambios, tanto si vienen como si vamos, se desarrollan bajo la omnipresente vigilancia de celosos comisarios políticos, que nadie osa dejar al margen de cualquier invitación o festejo entre colegas.
En cuanto a la cacareada sanidad, todo el que puede, cuanto más alto en la jerarquía o mayores las remesas que reciban de parientes en el extranjero, antes execrados, ahora bendecidos, se va a tratar al siempre denostado país de los gusanos ¿A alguno de nuestros corifeos del régimen de allá, escandalizados por recortes en la sanidad de acá, se le ocurre hacer turismo sanitario a Cuba, como los europeos que lo hacen en España?
La cultura es mayormente un incansable adoctrinamiento y monótona propaganda para fregoteo de cerebros, en la que ellos saben que el pueblo sabe que ellos saben que el pueblo ni les cree ni los escucha. En el mundo de las artes sólo pueden promocionarse los que se prestan a ser serviles propagandistas del régimen. Naturalmente, a lo largo de más medio siglo de totalitarismo, toda la población es dependiente del Estado y muchos carecen de cualquier otro horizonte mental, pero muchos más se irían si los dejaran. En todo impera la máxima leninista: «Nada fuera del Partido», que es el Estado, dueño y señor de vidas y haciendas. Socialismo en una sola familia, como con los Kim o los Ceaucescu. La miseria ha forzado al régimen a recurrir a un turismo que trata de confinar en las zonas playeras y al que ofrece los servicios de las pobrecillas jineteras, en buena proporción chicas de color. El paraíso bolchevique caribeño ha vuelto a ser destino privilegiado del turismo sexual.
Eso sí, con financiación moscovita, los desventurados soldaditos cubanos han hecho de gurkas del imperialismo soviético por tierras africanas. Castro asiduamente fomentó la subversión en América Latina y apoyó a todo cuanto dictador izquierdista rondase las esferas del poder. Últimamente la gran esperanza descansaba sobre el infame chavismo. La Habana ha contribuido con maestros en represión, espías y controladores de diversa laya para el mantenimiento del ruin sistema que impera en Caracas, a cambio de petróleo. Eso se acaba tanto como Fidel, y uno y otro fin sobrevuelan sobre el del régimen. Que descanse cómo se merezca, pero que deje en paz a sus víctimas, que lo van a tener crudísimo para salir de la miseria moral, ideológica y material en que las deja.
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