Historia
Port Mahón y La Sexta flota
Tras conseguir su independencia en 1776 la joven nación norteamericana continuó la política de su antigua metrópoli protegiendo el comercio de sus barcos. Constatamos que saliendo del límite de sus aguas en el Atlántico y en el Pacífico, se adentrasen en el Mediterráneo a comienzos del siglo XIX. Exportaban azúcar, cacao y bacalao seco principalmente e importaban toda una amplia gama de productos procedentes del oriente y de los pueblos ribereños. Estas actividades comerciales chocaron con la exigencia de «peaje» por parte de los reinos del norte de África, que empleaban si era necesario la fuerza y la extorsión para exigirlo. En la historia de la joven nación hay constancia de dos guerras: una que les enfrentó con el bey de Trípoli (1801-1805) y una segunda con el de Argel (1812-1815). No debe por tanto sorprendernos que el presidente Jefferson decidiese enviar una fuerza naval expedicionaria –el Mediterranean Squadron– y que buscase una base naval fija a fin de mantener con carácter disuasorio o coercitivo su apoyo al comercio. Sus almirantes conocían por sus contactos con los del Reino Unido, las buenas características del Puerto de Mahón tanto por situación como por espacio y calado y la existencia de un buen Hospital Naval construido en 1711, ampliado a 1.200 camas durante la segunda dominación inglesa (1763-1782).
Al hablar de estas dos guerras norteamericanas hablamos de un período comprendido para España entre el Tratado de Amiens (1802), que reincorporó definitivamente Menorca a nuestra Corona y el final de la Guerra de la Independencia, tiempo en el que excepcionalmente fuimos aliados del Reino Unido en nuestra común guerra contra Napoleón. Esta alianza hizo que regresasen nuevamente a aguas de Port Mahón las escuadras que recalaron e invernaron en él durante tres períodos del siglo XVIII. La misión ahora –almirante Collingwood– era colapsar cualquier movimiento francés que saliese de Toulon, bien con destino a las costas españolas o italianas, bien para una segunda expedición del Emperador de los franceses a Egipto.
El 5 de noviembre de 1815 arribaba a Mahón la fragata «United States» al mando del comodoro John Shaw. No dejarían esta base hasta bien entrada la década de 1850 en que se trasladaron a Sicilia. En ella carenaron, abastecieron y repararon barcos; en ella formaron a sus guardia marinas años antes de que se inaugurase su Academia Naval en Annapolis en 1854.
Treinta y tantos años de convivencia dejaron lógicamente sus huellas. Una de ellas fue la de enrolar para sus tripulaciones a jóvenes menorquines, uno de los cuales sería el padre del primer almirante norteamericano David Ferragut. También destaca el matrimonio de un joven teniente de Navío católico natural de Boston – Ebenezer Ridgeway– con la hijastra del vicecónsul de Estados Unidos en Mahón Jorge Federico Ládico, María Rubí y Font.
Pero también podemos hablar de enfermedades y de muertes. Custodiado por nuestro Ejército, un sencillo pero entrañable cementerio situado en la orilla norte del Puerto, guarda entre los restos de marineros ingleses, holandeses y alemanes fallecidos en Menorca, a 28 norteamericanos, tripulantes y familiares de las 24 navíos, goletas, fragatas, corbetas y bergantines que surcaron nuestras aguas hasta 1855.
Sobre las enfermedades de las tripulaciones y de los menorquines escribió una topografía médica el Dr. Jonathan Foltz. Hoy, una Fundación menorquina –Hospital de la Isla del Rey– acaba de editar prologada y traducida, la obra de Foltz integrando apoyos e iniciativas de instituciones norteamericanas y españolas.
Mañana viernes 27 de mayo, en presencia de las Autoridades insulares y navales de los dos países, del Embajador de los EE UU en España Costos y del almirante de la Sexta Flota James Fogg, se rendirá homenaje a toda esta confluencia de testimonios que siguen vivos y que deben servir de hermanamiento entre los dos pueblos. La guerra declarada entre España y los Estados Unidos de 1898 contribuyó a silenciar y diluir esta vieja convivencia. Pero es indiscutible que la Sexta Flota norteamericana creada tras la segunda Guerra Mundial es heredera de aquel Mediterranean Squadron de comienzos del XIX. Tampoco se ciñe esta flota a las aguas del Mare Nostrum: abarca parte del Atlántico, protege los mares territoriales de 105 países y cubre 20 millones de millas náuticas cuadradas.
El mundo ha cambiado, pero permanecen riesgos y amenazas. En el siglo XIX ya hacía falta proteger y disuadir. Cuando Foltz resaltaba en 1841 la importancia de Port Mahón «situado en el vértice del ángulo recto que forman las líneas de unión entre Gibraltar y Roma y entre Marsella y Argel» ya señalaba la importancia de las bases estratégicamente situadas. Siempre digo que la geografía marca la historia de los pueblos. Aquí se unieron en la primera mitad del siglo XIX norteamericanos y españoles.
El abrazo de hoy debe servir para ratificar el hermanamiento entre dos pueblos unidos por la Historia.
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