Pensiones

Señales

Relativizada la vida y su sentido ¿por qué no plantearse, de paso, ya el libre tráfico de estupefacientes? Total, por qué no permitir la evasión a base de drogas. Y las mismas pendientes se advierten en lo que hace a la familia: se empezó por el divorcio, se pasa a cuestionar que haya una idea natural de familia o de matrimonio, y de ahí, a golpe de ideología de género, la misma idea de persona

La Razón
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Alarmantes noticias sobre el futuro de las pensiones. El sistema camina hacia la tormenta perfecta, un cielo en el que los nubarrones de una creciente población envejecida se mezcla con el desastre demográfico. Para amenizar a nuestro geriátrico país, tras las pasadas elecciones Podemos atribuyó su caída electoral al voto de los mayores de cuarenta y cinco años, análisis tras el que se intuía recelo hacia el derecho al voto de los ancianos, que son muy cautelosos y poco revolucionarios.

Y en éstas estamos cuando hace pocas semanas saltó una noticia inquietante: el Gobierno holandés plantea ir a más en su ya devastadora legislación sobre la eutanasia. Ahora se trataría de aplicarla no sólo a los que sufran algún tipo de padecimiento físico o psicológico insoportable y sin buen pronóstico, sino propiciar el suicidio de los sanos que entiendan que su vida ya no da para más, no tiene sentido o que juzgan haber completado su ciclo vital.

Quizás alguno piense que soy un manipulador por mezclar todas estas noticias, pero me atengo a esas tres señales que coinciden en la prescindibilidad del anciano: Holanda con su eutanasia libre; España, que camina a zancadas hacia una sociedad de ancianos, con los costes que eso supondrá; y un partido que se ve perjudicado electoralmente por ellos. Un panorama atractivo para economicistas desalmados, libertarios y liberales radicales.

Se habla de «pendiente resbaladiza» para calificar unas tendencias legislativas por las que se van escurriendo las sociedades hacia el abismo. Por ejemplo, se empieza cuestionando la vida como valor fundamental –en ciertos casos aborto por indicaciones– y se abre un abanico que da paso a la manipulación genética, a la clonación y al aborto libre. Aceptado el aborto, ¿por qué no dar otro paso y permitir el infanticidio piadoso o eutanasia infantil?: Bélgica y Holanda lo admiten. Y el deslizamiento al inicio de la vida lleva al final: se empieza por suicidar al enfermo y se amplía al que no tenga ganas de vivir.

Relativizada la vida y su sentido, ¿por qué no plantearse, de paso, ya el libre tráfico de estupefacientes? total, por qué no permitir la evasión a base de drogas. Y las mismas pendientes se advierten en lo que hace a la familia: se empezó por el divorcio, se pasa a cuestionar que haya una idea natural de familia o de matrimonio, y de ahí, a golpe de ideología de género, la misma idea de persona.

Los desmanes que se deslizan por esa pendiente escurridiza acaban confluyendo. Así, el modelo de no-familia o no-matrimonio exige la anticoncepción o píldoras del día después, la gestación por encargo, el aborto libre, etc. o ese desdibujamiento de la imagen cabal del ser humano lleva a negarle derechos para reconocerlos a los animales. En fin, el círculo se cierra y en el futuro habrá quienes pidan el suicidio –de momento se lo plantean los holandeses– ante una vida dislocada a base de estos desastres existenciales, lo que, trágicamente, no deja de tener un punto de razón. Quizás el siguiente patinazo sea que unos reclamen autoridad para decidir cuándo la vida de otros merece ser vivida. Señales no faltan.

¿Esto es ciencia-ficción, es apocalíptico?, quizás, pero me pregunto si lo hubiera sido advertir a nuestros abuelos sobre unas señales que a principios del pasado siglo permitían intuir acontecimientos apocalípticos: ideologías que apuntaban maneras y llevaron a dos guerras planetarias o que deportarían a millones de personas a Siberia o harían de atroces hambrunas armas de la revolución o crearían campos de exterminio o sabios que trabajaban en una bomba que arrasaría ciudades enteras. En cuarenta años esas señales apocalípticas fueron realidad.

Pero tampoco hay que pasarse de cenizos, porque ¿podrían imaginar nuestros abuelos, por ejemplo, que después de tanto desastre se formaría en Europa una Unión de países secularmente enemigos? Luego hay señales buenas, y tanto éstas como las malas hay que saber captarlas, leerlas y entenderlas. Las que comento sobre la ancianidad parpadean con cada vez más fuerza. Será cuestión de descubrir y potenciar las positivas, que las hay, y un primer paso es tener olfato para captar las negativas y estar advertido, porque lo que parece imposible acaba siendo realidad.