Joaquín Marco

Superman Trump contra China

Con lo que hay, algunos exagerados especulan con el inicio del Apocalipsis. Será mañana o más tarde, pero los cuatro jinetes cabalgarán sobre una civilización que se desmorona más rápidamente de lo esperable. Cualquier pesimismo puede defenderse cuando advertimos los signos del equipo de Donald Trump

La Razón
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Tal vez el futuro presidente de EE UU no lo confiese, pero sin lugar a dudas el héroe que inspira su política, anclada en oscuras raíces decimonónicas, es el bélico y mítico Superman, «desfacedor» de entuertos (aunque alejado del humanista y redentorista Don Quijote). Desde su torre dorada de Nueva York, Trump, cuyas lecturas desconozco, aunque se suponen escasas, va deshojando la margarita de su equipo de Gobierno. No importa, por su inutilidad, que los votantes demócratas superaran en tres millones a los republicanos. Así son allí –y aquí también– los procesos electorales. Tampoco importa ya si los rusos interfirieron o no los mensajes de Hillary Clinton o del Brexit durante el proceso electoral. Con lo que hay, algunos exagerados especulan con el inicio del Apocalipsis. Será mañana o más tarde, pero los cuatro jinetes cabalgarán sobre una civilización que se desmorona más rápidamente de lo esperable. Cualquier pesimismo puede defenderse cuando advertimos los signos del equipo de Donald Trump. Muchos añorarán a aquel presidente negro que no sólo resultaba simpático en televisión, sino que pretendió defender un mundo casi vivible con luces y sombras. El millonario Trump no está por esta labor. Ni él ni sus colaboradores más próximos toman en consideración lo que los científicos han probado con creces, que el cambio climático puede acabar con el hombre y la Tierra. Scott Pruitt, el elegido negacionista, no estuvo presente en la reunión del futuro presidente con Leonardo di Caprio.

Trump considera a China como el mayor adversario en potencia de EE UU. Y no le falta razón. Ha hecho un buen diagnóstico, tardío, tal vez irremediable, pero en el concierto mundial se ha reiterado que en los próximos años China desbordará en potencia a EE UU, lo que Superman Trump no puede permitir. Por ello no es casual que entre «los hombres del presidente», en algunos casos con el permiso del Senado, figuren tres militares del más alto rango: los generales James Mattis, conocido como «el perro furioso», tras 41 años de «marine»; Mike Elgnor y John Kelly. Todos coinciden con las ideas que ha venido exponiendo Trump: la islamofobia, la necesaria colaboración con la Rusia de Putin y el peligro chino. No fue casual que uno de los primeros deliberados tropiezos internacionales de Trump fuera con Taiwán, problemática provincia china, su Gibraltar, talón de Aquiles de los herederos capitalistas del Mao de la Larga Marcha contra los invasores japoneses. Pero Rex Tillerson, ex presidente de la Exxon Mobil, la mayor compañía energética del mundo, buen amigo de Putin, puede convertirse en secretario de Defensa. Coincide con Mattis en considerar a Irán como el factor desestabilizador de Oriente Medio y de Occidente. Los frentes del nuevo presidente para retomar la grandeza perdida del país no residen sólo en los asuntos externos, sino que afectan también al corazón de EE UU –hágase o no la nueva gran muralla en la frontera con México–. Para defender un país blanco y rico cuenta con el general Kelly, que habrá de frenar cualquier tentación de aquellos latinoamericanos que pretendan entrar o vivir irregularmente en el país. En su pasado cuenta la experiencia de Guantánamo. Otro objetivo primordial del nuevo gabinete es eliminar cualquier avance social que Obama hubiera logrado contra un Senado de mayoría republicana.

Tom Price será el encargado, como secretario de Sanidad, de eliminar avances conseguidos en la Sanidad pública, en tanto que Betsy Devos, secretaria de Educación, defenderá la escuela privada contra cualquier otra opción. Linda McMahon, fundadora junto a su marido de la WWE (una compañía dedicada a difundir la lucha libre a escala mundial), se ocupará de los problemas de las pequeñas empresas; Andrew Puzler, conocido empresario de «fast food», será el promotor del empleo, en tanto que Steven Mauchin, nuevo secretario del Tesoro, es un peso pesado de Wall Street y procede, como Gary Cohn, del sacrosanto y universal Goldman Sachs (en cuya expansión figuran europeos como Draghi, Carney –gestor del Brexit–Prodi y Durao Barroso, por poner algunos ejemplos). El nuevo presidente se decanta por militares, figuras como Mike Pompeo en la CIA, enemigo acérrimo de Hillary Clinton, quien también pasó en sus comienzos por West Point, o millonarios: dos de ellos con más de mil millones de dólares por barba y otros, como el propio Trump, con menos, pero millones al fin y al cabo. Buena parte de quienes serán designados el día 20 de enero tienen o han tenido relación con el mundo del petróleo, como el tejano Rick Perry, secretario de Energía. ¿Qué puede resultar de todo este mejunje? El tiempo lo dirá y los habitantes del planeta lo sufriremos. Las ideas de Mike Pence, el futuro vicepresidente, responden a un conservadurismo radical, inédito en Europa desde las vísperas de la II Guerra, aunque aliente en demasiados países. Pero el Viejo Continente, pese a la llamada que Trump realizó a Mariano Rajoy, apenas si interesa a los nuevos inquilinos del poder con mayúsculas. La sombra de China y su expansión económica deberían ser eclipsadas ante la incierta suma ruso-norteamericana. Gran Bretaña, antes contrapeso europeo, tendrá que salvar sus muebles del Brexit. La encarnación de un Superman racista, xenófobo, contrario a la redistribución de la riqueza, negacionista, mentiroso, ignorante en cualquier diplomacia y nacionalista a ultranza, al que votaron gran parte de los estadounidenses, no puede ser menos alarmante ¡Socorro!