Historia

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Viena en la innovación

Los intelectuales y artistas del siglo XIX en su vida histórica actuaban guiados por la confianza en el progreso en el que las sociedades avanzaban bajo promoción de la razón y en una continuidad sin miedos entre la tradición y los cambios

La Razón
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Desde el siglo XVIII, de especial insistencia en el XIX y arrolladoramente en el XX, el término «moderno» comenzó a sonar como un grito de guerra contrapuesto a lo «antiguo»: lo moderno sirve para caracterizar el pasado, aunque en contra de lo pasado. Ello ha ocasionado que el ansia de modernidad se ha vuelto indiferente a la historia, concebida como una tradición que fluye continua y ya no resulta útil. El problema propone al ser individual una restauración del «sí mismo» y el «cambio» impone al individuo la búsqueda de una nueva identidad. A grupos enteros, el desafío es buscar el reemplazo de sistemas de creencias que se consideraban caducos. Esto ha originado graves problemas que aparecen en el «presente histórico», crisis que empequeñecen el pasado relevante, creando posiciones culturales sin perspectiva histórica que ocupaba un lugar central en la cultura liberal decimonónica en la que se habían constituido históricamente.

Los intelectuales y artistas del siglo XIX en su vida histórica actuaban guiados por la confianza en el progreso en el que las sociedades avanzaban bajo promoción de la razón y en una continuidad sin miedos entre la tradición y los cambios. Tal confianza se quebró en la primera parte del siglo XX y el lugar donde, con mayor nitidez, puede advertirse el fenómeno es Viena, a comienzos del siglo XX, en el derrumbe del orden liberal que el historiador Carl E. Schorke ha retratado admirablemente en su libro «La Viena de fin de siglo. Política y cultura».

¿Por qué Viena? La elección no se fundamenta en un conocimiento profundo del Imperio Habsburgo y cuáles son las consecuencias del movimiento de la Restauración. Sino analizar en un momento cronológico el impulso de la generación progresista de los Estados Unidos del siglo XX, la fe del Iluminismo en la historia como razón independiente de la sociedad. La siguiente generación, la de 1930, influida por la «Gran Depresión» y el pensamiento de Marx, hizo un fuerte hincapié en la realidad social. En este contraste histórico-cultural, en el momento de alcanzar la idea de Nietzsche, la ideología marxista llamaba «decadencia» y la alta cultura europea se sometía a un vértigo de innovación infinita, en el que cada disciplina proclamaba su independencia respecto de todo; y cada una de ellas se dividía en muchas partes. Resultaba imprescindible fijar los fenómenos culturales en el pensamiento.

Por ejemplo: en economía, las teorías de base matemática ampliaron su dominio, con perjuicio del viejo institucionalismo, orientado a lo social con el keynesianismo, centrado en diseños de políticas ecuménicas; en ciencias políticas, con el retroceso del New Deal las normas de la filosofía política tradicional, las cuestiones prácticas cedieron el paso al conductismo ahistórico; en literatura, cuando la Nueva Crítica llegó al poder a las universidades, en los departamentos se comprometieron con el análisis formal. Sobre todo fue en el campo de la filosofía donde la escuela analítica puso en radical tela de juicio los interrogantes que habían ocupado a los filósofos desde el mundo antiguo: mayor restricción a la lógica, la nueva filosofía rompió vínculos con la historia en general: las disciplinas académicas eran cada vez más independientes entre sí.

De manera que Schorske se planteó Viena como objeto de estudio: el hecho de que Sigmund Freud y sus contemporáneos despertaran gran interés en los Estados Unidos de posguerra señalaba la crisis del sistema liberal que se consideró «el fin de la historia». Viena era la necesaria unidad de estudio. La ciudad de Freud era donde los nuevos hacedores de la cultura definían en una rebelión edípica colectiva. No se rebelaron contra sus padres, sino contra la autoridad de la cultura paterna que habían heredado: atacaron duramente el sistema de valores heredados del liberalismo, en el cual se habían formado. Ello produjo una transformación general del pensamiento, que obligaba a replantearlo todo. El momento del supremo valor político de la clase media liberal en Austria, que comenzó más tarde que en el resto de Europa occidental entró en una profunda crisis antes que en otros países europeos. Esta actitud colectiva, la mentalidad analizada en función de la recepción de Freud en los Estados Unidos, la lleva a cabo el Dr. Schorske en cinco ensayos: psicología política; el nacimiento del modernismo urbano; la política y parricidio en la interpretación de los sueños; Gustav Klimt: pintura y crisis del yo liberal. Concluye, como final, en la transformación del jardín. Kokoschka y Schoenberg que basaron su capacidad innovadora en una aceptación de su apremiante egocentrismo.