Asturias

Villasfrancas

La Razón
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Anda nuestra querida España sacudida por un reglamentario temporal de invierno. Cada hora, cada informativo, nos recuerda el estado de autopistas, carreteras y puertos de montaña.

Pero solo algunos medios de ámbito local se acuerdan de estos cientos de pueblos perdidos en valles y altozanos, aislados incluso del furgón que una vez a la semana les suministra determinados alimentos. Pero sabemos que están bien. Llevan muchos inviernos a sus espaldas – «San Andrés, nieve en los pies»– y han acumulado leña, chorizos del último San Martin, pan para sopas y migas y la no despreciable reserva de vino o aguardiente casero. Es «la España olvidada» como la define un hombre de LA RAZON al que respeto y aprecio, como es Abel Hernández. Nacido en Sarnago, allá por tierras altas de Soria, es el hombre que desgañitando, semana a semana, nos habla de aulagas y tomazas, de tainas, cuernas del cabrero, escardas, nubes cárdenas, calamoco, jugar al marro en la calle o a la tanguilla en la taberna. Clama el grito de la tierra como lo hace el Papa Francisco. Cree que el problema de cientos de pueblos es un universo irrecuperable, lo que constituye un verdadero problema nacional. Cierto: lo es. Pero algo se puede paliar, si todos queremos. También parecía irrecuperable la bicicleta hace unas décadas. Y ya ven. ¡No podemos rendirnos, Abel!

Me duele que esta España se pierda, con sus costumbres, sus experiencias vitales, sus sacrificadas –pero a la vez ricas– vidas. Y bien se que hay intentos de evitarlo. Ya se promulgó una Ley de Desarrollo Rural en 2007. La FEMP presentó un dramático informe en 2016 «Población y despoblación en España» y que en la conferencia de Presidentes de Comunidades Autónomas de Enero 2017 un grupo de ellas integrantes del Foro de Regiones con desafíos Demográficos (Asturias, Aragón, las dos Castillas, Galicia, Extremadura. La Rioja y Cantabria) propusieron incluir la demografía como factor a tener en cuenta en el modelo de financiación autonómica. El Gobierno respondió creando la figura de Comisionado para el Reto Demográfico al frente del cual nombró a la ex senadora Edelmira Barreira. No dudo de sus esfuerzos, aunque sus disponibilidades presupuestarias sean hoy más que limitadas. Intenta coordinar acciones interministeriales, autonómicas y municipales sin descartar ayudas europeas.

Se realizan esfuerzos en varias comunidades y valoro enormemente el que medios públicos como RTVE presten especial atención a estas poblaciones. «España en directo» y «Aquí la tierra» emitidos en horas de gran audiencia, contribuyen a rellenar este vacío y a sensibilizar a la opinión pública.

El problema está en todos nosotros. En que no creemos seriamente que esto sea un problema nacional y que solo afecta a una población mayor, sin pensar que repercutirá gravemente en quienes nos siguen: porque se abandonan tierras que se erosionan, se rompen equilibrios medioambientales, se facilitan incendios forestales.

Me retrotraigo a las «villafrancas» que aparecen en España, Italia, Portugal y Francia entre los siglos XI y XIV. En el fondo estimulaban la necesaria repoblación de territorios, beneficiándolas de ciertos fueros o derechos especiales tales como exenciones fiscales, disfrute de recursos naturales, mayor independencia administrativa. Traducido a nuestro siglo XXI hablaríamos de centros de salud y enseñanza, cobertura telefónica y audiovisual, fibra óptica, carreteras, agilidades administrativas. Tengo constancia de que bastantes administraciones trabajan en ello. No comprendí como propuestas políticas determinadas querían suprimir las Diputaciones. Puede que en ciertas regiones se dupliquen responsabilidades con las autonómicas. Pero en otras más extensas y diseminadas, la función de tutelar a estos pequeños núcleos de población es completamente vital. ¿Cual es su drama?: que representan solamente el 3,15 por ciento del censo electoral

Apelo a las personas capaces de liderar proyectos y afrontar con ilusión y sacrificio, políticas europeas, iniciativas turísticas, seducir a personas que valoren las ventajas de vivir en contacto con la naturaleza en núcleos reducidos, frente a la vida masificada en barriadas de las grandes ciudades. Para ello habrá que rehabilitar viviendas y ofrecerlas con alquileres sociales; habrá que recrear colegios o integrar centros de enseñanza reagrupados. Se ha hecho en Puente de Vadillos, en Miravete de la Sierra, en Vilariño de Conso, en Acebo, un pueblo cacereño en el que la Diputación ofrece ayudas a fondo perdido para trabajadores de menos de 40 años. Importante también en este caso el compromiso de las Universidades. La de Extremadura es un buen ejemplo. No se si sería descabellado diplomar a jóvenes gestores especializados en medioambiente, turismo y administraciones públicas y empresariales y lanzar a una generación de titulados a pilotar estas iniciativas.

Como un nuevo plan nacional, considero esencial el rescate de tantos y tantos «sarnagos».

Desde luego, siempre será mejor diseñar hoy políticas de futuro que anclarnos en rencores del pasado.