Tribuna

El Tsunami democrático

Los textos son groseramente claros, pero la ejecución será progresiva, por lo que intentarán sortear la acción de las instituciones europeas, que sí, están muy preocupadas, pero les cuesta activar medidas de forma inmediata

Maite Pagazaurtundúa

Escribo a punto de salir hacia una de las concentraciones que avanzan en el clamor social.

Los partidos que desean terminar con la sustancia del régimen constitucional vigente, bajo la forma de Estado de derecho democrático, han hecho bingo con Sánchez. La suma de acuerdos para la investidura abre la puerta a una mutación constitucional progresiva y fraudulenta del sistema que afecte a la soberanía nacional, por ir a lo más sustantivo, pero también al principio de igualdad ante la ley, la separación de poderes, la independencia del poder judicial, la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos, así como al sometimiento de las autoridades al imperio de la ley. Los acuerdos abren las puertas a una futura confederación de populistas desorejados a los que deberíamos rendir pleitesía identitaria y privilegios económicos.

Lo más penoso de esta situación es la estupidez -o la maldad- de que esa oportunidad histórica se abra por una segunda operación de poder que, en cualquier otro político, habría llevado a repetir elecciones y no arriesgar la estabilidad socioeconómica general del país.

Conocemos todos los acuerdos firmados para la investidura de Sánchez, menos el de EH Bildu, porque posiblemente las partes consideran que ello, por escrito, todavía revolvería las entrañas de muchos votantes socialistas.

En todo caso, el conjunto de todos los acuerdos firmados por el partido socialista a mayor gloria de Sánchez derivan en una época de desestabilización política entre españoles, como ha subrayado Laura Borràs: «El conflicto ha dejado de estar entre catalanes. Ahora el conflicto está entre españoles».

Sobre la independencia judicial y la división de poderes, por empezar por lo básico para hablar de Estado de derecho, la reacción ha resultado tan unánime por parte de jueces, fiscales, operadores jurídicos y funcionarios que da la impresión que disimularán un poco por aquí y por allá. Señalar y perseguir jueces y los procesos que no les han gustado no será inmediato, como cortar cabezas ejemplares

-como fue la destitución de Paz Esteban como directora del CNI, para enmascarar lo relevante, la injerencia rusa que la inteligencia española había detectado- . La persecución obscena tal vez pase a la cola de tareas, porque es lo que el Comisario Reynders puede detectar más fácilmente, pero vistos los textos, la voluntad de controlar el poder judicial es inequívoca.

Pronto sabremos si dar la razón histórica a los secesionistas catalanes que cometieron delitos graves irá acompañada de una ley fraudulenta de Amnistía máxima o si, una vez que se les ha dado la razón política, una vía más alambicada para aquellos que ni han mostrado arrepentimiento por haber cometido delitos.

Cualquiera ajeno a la densa burbuja puede deducir que dar la razón a los ultraidentitarios populistas que ponen sus ideas por encima de las leyes y los derechos de los demás no les desincentivará, y que por el contrario, no pararán hasta completar todo lo que les falta para un régimen populista pleno: la planta del poder judicial, eso que fue declarado inconstitucional en el Estatuto catalán porque supondría romper con la igual justicia para todos los españoles, la ausencia de solidaridad fiscal territorial, transferencias imposibles -imposibles hasta el allanamiento de Sánchez- y de mucho, mucho dinero que pagaremos a escote los demás.

El referéndum, la nación española, se irá rompiendo al gusto, poco a poco: un pase foral por aquí, una hacienda por allá. Viviremos, si no lo evitamos, en el marco de sus equipos de opinión sincronizados con la agenda marcada por esos pactos, porque Sánchez confía en la propaganda, en controlar más piezas del Estado, en la memoria de pez de los electores y en que medidas populistas -con mucho, mucho endeudamiento- despisten a las almas cándidas.

Los textos son groseramente claros, pero la ejecución será progresiva, por lo que intentarán sortear la acción de las instituciones europeas, que sí, están muy preocupadas, pero les cuesta activar medidas de forma inmediata Por ello, cada cual de los que consideramos que están abriendo la puerta a un régimen de inseguridad jurídica y un gigantesco tongo político no podemos decaer. Y debemos pedir apoyo también a los que mejor pueden parar a Sánchez: los simpatizantes socialistas.

Por muchas diferencias que tengan con las fuerzas de derecha, la mayoría de votantes socialistas no puede querer lo que Sánchez trae con la investidura: las semillas en el medio plazo de un compendio de regímenes populistas. Si cientos de miles de votantes socialistas se lo hacen saber urgentemente, el daño será menor. Daño, lamentablemente, va a haber, porque los secesionistas se aferrarán con uñas y dientes a esos papeles.

En los años noventa, en un debate celebrado en la televisión pública vasca, Joseba Egibar, uno de los líderes más oscuros del PNV pedía referéndums de autodeterminación, y yo le pregunté si pedía hacerlos tantas veces como hiciera falta hasta que ganasen. Claro, contesto él. ¿Y después de ganar, podremos hacer más?, pregunté yo. Claro que no, contestó.

Ciudadanos, el 18 de noviembre tenemos la posibilidad de generar juntos un tsunami, éste -sin injerencia rusa- realmente democrático.

Posdata: Ya se ha sabido que han elegido el máximo deshonor.