Biblioteca Harley-Davidson

Unicornios

De un gobierno que se pretende progresista y moralmente superior a sus adversarios políticos lo que se espera es que dimita quien se haya equivocado

Estoy absolutamente seguro de que antes de que acaben mis días tendré más probabilidades de tropezarme con la criatura llamada unicornio que de presenciar la dimisión de un político español. De un gobierno que se pretende progresista y moralmente superior a sus adversarios políticos lo que se espera es que dimita quien se haya equivocado. Que, por vergüenza torera y en aras de esa supuesta mayor limpieza que desean para el futuro del país, se responsabilizaran de su papel en los desaguisados legales y las desidias legislativas que protagonizan. Pero aquí no dimite nadie.

Se han dado leyes tan estrepitosamente mal concebidas que han provocado el resultado contrario del que pretendían, rebajando las condenas a centenas de violadores. El ministro del Interior ha sido reprobado también a izquierda y derecha, desde todo ángulo, y hasta los tribunales tuvieron que corregirle las decisiones. Incluso los propios socios del Gobierno reconocen igualmente que los datos de las instituciones que deberían ser neutrales están manipulados a instancias del Ejecutivo. Pero, insistimos, aquí no dimite nadie.

El relato del adanismo coalicional era que la derecha era más corrupta y que se aferraba a la poltrona, pero no veo yo que estos nuevos ocupantes del sillón se aferren menos a pesar de sus formidables ejemplos de incompetencia. La resistencia numantina de nuestros políticos a abandonar sus puestos de privilegio nos coloca al pueblo votante, por tanto, en la desagradable posición de tener que desalojarlos votando contra ellos. Al votante lo que le gustaría es poder elegir de una manera estable. Nadie quiere votar contra alguien, sino a favor de algo. Pero los políticos, con su incompetencia y caradura, no nos van dejando otra opción –para despegarlos con agua hirviendo de sus rincones ministeriales– que hacerlo a contrapelo. Y va a ser muy triste que condenen a este país y acostumbren a su censo electoral a, en lugar de reflexionar sobre una cultura política, votar eternamente a la contra.