Y volvieron cantando
¿Y si vamos a generales?
El momento propicio de volver al reparto de cartas no se antojaría tan lejano
Pedro Sánchez ha vuelto a probar el amargo jarabe de la soledad parlamentaria. Sabe que con la actual coyuntura política el sudoku no le da para gobernar con un mínimo de garantías y eso abre no pocas incógnitas. Aun siendo absolutamente cierto que cualquier movimiento del presidente –incluido el que contempla su prerrogativa de adelantar elecciones– está marcado por un carácter puramente táctico según cada momento y encaminado al mantenimiento a toda costa del poder, lo que supone que nunca disolverá las Cortes sin manejar datos demoscópicos que le garanticen la permanencia en La Moncloa, también es cierto que, la actual situación abre un melón que en realidad nunca ha estado cerrado. El próximo 31 de mayo es la fecha a partir de la cual Sánchez, con la ley en la mano, ya podría convocar comicios generales, por lo que el resultado de las elecciones europeas el 9 de junio adquiere tal vez una importancia mucho mayor de lo que supone la mera elección de sesenta y un escaños españoles para el parlamento continental.
Alguna voz, no precisamente irrelevante del núcleo duro de Sánchez, pondera la seriedad y conveniencia de aprovechar el momento para sondear la vía de unos comicios generales y la gran prueba del algodón pasa por el escrutinio en la noche electoral del 9 de junio, sobre todo si se antoja propicio para las expectativas de remontada que el PSOE ya contempla demoscopia en mano durante la actual precampaña.
Salvo que Sánchez pretenda agotar o alargar al máximo la legislatura sin todos los apoyos necesarios en el Congreso de los Diputados convirtiéndose en un presidente que sigue en La Moncloa pero maniatado para gobernar –cosa por otra parte nada descartable conociendo su perfil– el momento propicio de volver al reparto de cartas no se antojaría tan lejano, sobre todo teniendo en cuenta factores como la actual marcha de la economía –que va «como un cohete» según se ha hartado de destacar el propio jefe del Gobierno– y las previsiones de crecimiento, a lo que se suma el trampolín de un resultado en las elecciones catalanas que han situado al PSC de Illa como primera fuerza y que brinda la posibilidad de explotar el argumentario de la pacificación social en Cataluña y el descenso del independentismo. Nada es descartable. Basta que Sánchez vea en su bola de cristal que le salen las cuentas.
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