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Vida

Al escritor, todas esas minucias zurdas no le quitan el sueño

Arcadi Espada lleva escribiendo desde hace varias décadas, dedicado principalmente a la escritura periodística y a la de opinión. Su prosa es precisa, despojada de ornatos léxicos, pero con una complejidad mental que muchas veces se acerca a momentos de un barroco conceptista. Su carácter, para aquellos que lo conocemos, es casi tan excepcional como su escritura: divertido, despreciativo, insolente y brillante. Tanto por ese temperamento –como por su voluntad de escribir en voz alta sobre los asuntos y conductas más embarazosas del ser humano con una contundencia a la que nadie se atreve– se ha difundido popularmente de él una imagen pública que responde al estereotipo del individuo perfectamente detestable.

Esta construcción del «individuo perfectamente detestable» es muy propia de nuestros tiempos melindrosos, victorianos y fariseos que gustan de negar la realidad. A tales tareas de edificación, contribuyen algunos de los políticos más nefastos, ediles generalmente de segunda fila, puesto que el populismo siempre es proclive a los linchamientos y las muchedumbres furiosas. Unos seguramente verán como un baldón que te atribuyan eso del individuo perfectamente detestable, pero otros lo vemos como una distinción, una medalla. Será porque en algún momento disfrutamos mucho con maravillosos personajes como Sheridan Whiteside (en la ficción) o Clemenceau (en la realidad).

Al escritor, todas esas minucias zurdas no le quitan el sueño. Por eso, ahora nos ofrece su «Vida de Arcadio» donde dialoga con su «yo» joven. Pero no dialoga con filosofías solipsistas, como haría un novelista cursi de autoayuda culta. Lo hace a través de pruebas documentales e indagaciones periodísticas. El resultado es pura vida, atrapada por un momento en el tiempo. El joven Arcadio vivió esa Transición de la que tanto se habla últimamente y podemos escucharle un testimonio documental de primera mano, llegado hasta nuestros días a través del tiempo. Léanlo. Les vacunará del ridículo de caer en alguno de aquellos lugares comunes que tanto está de moda ahora emitir sobre la época.