
Aunque moleste
Vuelta al servicio militar
Son los presuntos «moderados» quienes promueven el rearme
A los jóvenes alemanes no les está haciendo mucha gracia la propuesta del canciller Merz de reinstaurar el servicio militar (de entrada, voluntario). El pasado viernes salieron a las calles, en más de 90 ciudades, miles de estudiantes coreando consignas anti-mili, algunas de ellas con lemas tan llamativos como «mejor vivir bajo el gobierno de Putin que ir a la guerra». La asociación estudiantil «Schulstreik gegen Wehrpflicht» («Huelga escolar contra el servicio militar») anunció paros en todo el país con el mensaje: «No queremos que nos enseñen a matar. La guerra no es una perspectiva de futuro».
Sin tanto éxito como en Alemania, también en Francia la contestación a la vuelta a la mili es importante. Europa no es Corea del Norte, donde tienes que ir al Ejército sí o sí, so pena de acabar con los huesos en la cárcel. El movimiento pacifista, adormecido durante años, se extendió en el viejo continente en paralelo a las ideas de libertad que enarbolaron personalidades tan renombradas como Gandhi y Martin Luther King, para quienes las únicas armas que deberían usar los Estados son la «no violencia», la diplomacia y la cooperación. Algo que hoy como ayer resulta utópico, pero que no deja de ser un ideal digno de reconocimiento. Luchar sí, pero nunca con armamento, sino con la objeción de conciencia y la desobediencia civil. Si a una invasión militar la población responde con desacato, el fracaso del invasor está garantizado. No pueden matar a millones de personas que deciden desobedecer. Pueden, pero no lo harán, por muy poderosos que sean. Es lo que les acabó pasando a los británicos en la India, y es la manera en que los palestinos deberían responder al militarismo sionista, en vez de darle motivos perpetrando barbaridades como la del 7 de octubre. La resistencia no violenta es una gran herramienta, que acaba salvando vidas. Y ganando batallas. El problema es que debería practicarse en todas partes, sea Rusia, China, Europa o Estados Unidos. Los tiempos, empero, van por otra parte. El pacifismo está siendo desacreditado por los grandes lobbies de opinión, que imponen la cultura del rearme como inevitable. Frente a eso, el pacifista es tachado de antipatriota o colaboracionista con las potencias que supuestamente nos pretenden agredir. Lo más llamativo es que ese ideal es promovido por dirigentes centristas o liberales como Macron, Merz o Starmer, mientras que teóricos «ultraderechistas» como Trump o Alice Weidel promueven la resolución de los conflictos por vías pacíficas. El caso alemán es llamativo. El presunto moderado Friedrich Merz va a transformar la Bundeswehr en la fuerza militar más poderosa de Europa, liberando el gasto militar de los estrictos límites de deuda fijados por la Constitución germana. Tratándose de Alemania, con los antecedentes históricos que conocemos, el proyecto da un poco de miedo. Para tan elevado gasto militar, necesitan muchos soldados, y de ahí la llamada al servicio militar, hoy voluntario, pronto obligatorio. Solo que los jóvenes alemanes asocian la «mili» con matar y con morir. De ahí las protestas de este pasado fin de semana. No les falta razón. En una guerra, no van a luchar ni Merz ni Macron ni Von der Leyen. Tampoco Putin o Zelensky. Van a morir los ciudadanos que no tienen culpa de las políticas de sus gobernantes.
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