A pesar del...

Warren, Biden y el rey

Exhibió todas sus sonrisas cuando accedió, por fin, al salón oval de la Casa Blanca

Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, exhibió todas sus sonrisas cuando accedió, por fin, al salón oval de la Casa Blanca. Estaban Biden y él, pero faltaba el rey. Me refiero al rey que abrió la puerta. El rey de Marruecos, claro.

Se dirá que exagero, pero veamos lo que ha pasado con los presidentes socialistas españoles y Estados Unidos. Felipe González encandiló a los americanos tras su cambio sobre la OTAN y el restablecimiento de relaciones con Israel. Zapatero «enfrió mucho el ambiente», como apuntó en nuestro periódico Inocencio Arias. Nunca entró en el salón oval. Y en eso llegó Warren.

Los medios no gubernamentales, empezando por nuestro periódico, denunciaron el uso propagandístico de la visita de Warren y el «relato absurdo en torno al liderazgo mundial de Sánchez por su entrevista con Biden», una entrevista tardía con antecedentes de un contexto de frialdad ante el Gobierno de coalición, «sin duda afectado por la presencia en su seno de referentes comunistas de credo antinorteamericano».

Todo esto es indudable, igual que lo es que Warren, como escribió Arias, ha sido «el último de los gobernantes de las naciones del orden democrático en ser recibido en la Casa Blanca». Pero, aunque sea tarde, ¿por qué lo recibió el presidente norteamericano? ¿por qué no lo marginó como hizo incluso Obama con Zapatero?

Se dirá que Warren, a pesar de los pesares, ha declarado una «fe atlantista inquebrantable», como editorializó LA RAZÓN, y ha procurado normalizar las relaciones entre ambos países, «con acuerdos como el de la ampliación de la presencia naval en la base de Rota». Cierto. Pero hay algo más, y tiene que ver con la más extraña medida diplomática de la actual administración española, tan extraña que nos enteramos de ella no porque Warren la haya anunciado, sino por la carta que difundió el reino de Marruecos en marzo del año pasado y que marcó el insólito cambio de posición de España sobre el Sáhara. Y todo debido al odiado Donald Trump, cuya diplomacia en torno a Medio Oriente, con Marruecos en el centro, es habitualmente soslayada. Fue cubierto por la «humanitaria» recepción del líder saharaui Gali en la primavera de 2021, como si la larga cambiada ulterior de Warren hubiera sido para compensarlo. Ate usted cabos, señora.