Canela fina

Yolanda Iscariote

«Yolanda Díaz se ha ganado un nuevo apellido: Yolanda Iscariote, y ha protagonizado la gran traición a Pablo Iglesias, que la sacó de la nada»

Sin Pablo Iglesias, Yolanda Díaz sería hoy una completa desconocida. Fue el líder podemita quien la sacó de la nada, la incorporó al Gobierno, la hizo vicepresidenta y la colocó al frente de las izquierdas fragmentadas. A lo largo de mi dilatada vida profesional he asistido a muy varias traiciones políticas. Es «la sangre oscura del poder», decía Chomsky. Ninguna tan cínica ni desabrida como la de Yolanda. Dante la hubiera instalado en el noveno círculo al descender al infierno de su Divina Comedia.

Yolanda Díaz es amable, simpática, constructiva y sin duda está llena de cualidades, pero se ha ganado a fondo su nuevo apellido: Yolanda Iscariote. Ha traicionado a uno de los hombres grandes que ha producido la política española en los últimos años. Pablo Iglesias surgió de una protesta popular callejera y en solo unos meses se alzó con más de cinco millones de votos y 71 escaños. Es un hombre de notable altura intelectual; un profesor universitario culto con el que se puede hablar de arte y literatura; un político sagaz que se distingue por el valor y la audacia. Tendrá, sin duda, defectos. Todos los tenemos. Pero el balance de Iglesias resulta abrumadoramente positivo. Tras cuarenta años de democracia pluralista plena fue capaz de instalar al Partido Comunista en el poder por primera vez. Cuando las encuestas anunciaron que Podemos se quedaba con cero diputados en las elecciones madrileñas, desembarcó del Gobierno y consiguió un resultado electoral positivo, instalándose en los diez escaños. Como Gabilondo no fue capaz de derrotar a Ayuso, Pablo Iglesias decidió retirarse. No basculó las puertas giratorias para convertirse en presidente de una gran empresa o de una relevante institución cultural como el Museo del Prado. Dio la soberana lección de regresar a la Universidad y a su actividad profesional en la televisión para asistir desde la reserva a la ácida traición de Yolanda Iscariote, que acordó con Pedro Sánchez la liquidación de Podemos, alineando a las ovejas merinas de Sumar tras el carnero adalid, que gallea ahora en los aledaños de las zahúrdas de Puigdemont.

Pablo Iglesias tiene todavía cartas decisivas en la mano y sus cinco diputados, más algún aledaño, le pueden dar un susto a Pedro Sánchez. Como el rey Lear, el líder podemita sabe muy bien cuál de sus hijas, Gonerilda, Regania o Cordelia, le han traicionado. Queda mucha historia por escribir.

Luis María Anson, de la Real Academia Española