Tribuna

El zigzag estratégico norteamericano

El presidente Biden ha tratado desde el comienzo de asumir una continuidad en la acción exterior norteamericana

El zigzag estratégico norteamericano
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Quisiera compartir con Uds. mi asombro por cuanto han cambiado los objetivos de la política exterior de la administración Biden en estos casi tres años que lleva gobernando. Cómo acontecimientos imprevistos –la guerra en Ucrania o Gaza– han podido desviar el foco de la acción exterior norteamericana que comenzó centrada en un heredado deseo de contener a China.

Contener la expansión china, primero comercial, posteriormente militar, por los países y mares asiáticos fue el objetivo de los dos antecesores de Biden. El presidente Obama –que proclamó un «pívot» hacia Asia– empezó más bien retórica y doctrinalmente con dicho empeño. Estuvo a punto de conseguir un pacto transpacífico que hubiera levantado una barrera comercial ante la expansión del gigante asiático, pero Trump lo echó abajo sustituyéndolo por una guerra de aranceles que tenía el mismo objetivo aunque eso sí, peores modales. Esta continuidad de Trump en la contención comercial de China fue acompañada por caóticas amenazas e insultos –marca de la casa– que estuvieron a punto de hacer peligrar las alianzas de seguridad con Corea del Sur y Japón, que compartían la misma visión sobre la amenaza china. Esta es, en apresurada síntesis, la herencia que recibió Biden a comienzos del 2021; y que aceptó con gusto por convencimiento o quizás, porque marcaba una continuidad de la acción exterior con el Partido Republicano del que le separaba un océano de discrepancias en política doméstica. La precipitada y anárquica manera con que Biden cumplimentó la previa promesa de Trump de retirarse de Afganistán solo se explica por el deseo de concentrar rápidamente fuerzas en el Pacífico con que contener el expansionismo militar chino.

El Libro de Proverbios en su capítulo 16 establece que el hombre propone y Dios dispone. Así que un determinado día de febrero del 2022 el dios de la geopolítica, de la mano del mesiánico Sr. Putin, decide invadir por segunda vez Ucrania cambiando con ello –profundamente– las prioridades del hombre, en este caso, Joe Biden. Si Ucrania llegara a caer, Europa podría seguir y esto hizo renacer la pesadilla del continente euroasiático bajo el dominio de una única potencia hostil que llevó a Norteamérica a participar en dos guerras mundiales calientes, a continuación otra fría y al establecimiento de la OTAN para que no se repitiera una vez más la historia. Así, en un día, cambian las prioridades estratégicas norteamericanas pasando a ser la primera en ayudar a contener militarmente a los rusos en suelo ucraniano y simultáneamente, disuadir a Putin para que no intente morder territorio aliado.

En la madrugada del 7 del mes pasado, otro golpe inesperado hace tambalear de nuevo las prioridades de la administración Biden. Los yihadistas de Hamás entran en Israel a sangre y fuego y todos los esfuerzos de los acuerdos de Abraham por acercar árabes e israelíes –que habían sido firmados por Trump y abrazados posteriormente por Biden con entusiasmo– se tambalean. Esta salvajada de Hamás confirma que no podrá haber paz en Oriente Medio sin resolver previamente la cuestión palestina. Así que la administración Biden que para poder extraerse de la región había realizado un esfuerzo considerable tratando de reestablecer el acuerdo nuclear con Irán roto por el insensato Trump, comprueba con dolor que nada de esto –ni tan siquiera la retirada de Afganistán– ha servido para desentenderse del Oriente Medio. Que se enfrenta a un largo horizonte de penosas interacciones por las tierras de los Profetas. Que el haber tratado de ignorar la situación en Siria y cerrar los ojos en el Yemen tampoco ha servido para poder retirarse del mundo árabe con un mínimo de dignidad. Y que está en otra nueva encrucijada al no saber qué hacer con Netanyahu: ayudarle a salir del trance o permitir que afronte sus responsabilidades personales en el origen y conducción de la actual tragedia en Gaza. En todo caso, otra alteración estratégica súbita y muchos años de Oriente Medio por la proa pese a la meritoria y frenética actividad del Secretario de Estado Blinken.

El presidente Biden ha tratado desde el comienzo de asumir una continuidad en la acción exterior norteamericana. Ha rehabilitado las alianzas –verdadero punto fuerte histórico de los americanos– aunque esto es el CÓMO, no el QUÉ de lo que pretende conseguir su gobierno; con relación a esto último, ha intentado aceptar el grueso de la herencia de sus predecesores. Pero la desunión política interna hace que no siempre la poderosa Norteamérica pueda configurar los hechos internacionales, ni tan siquiera el relato, a su voluntad. ¿Queremos más pruebas de que estamos ya en un mundo multipolar? Ha comprobado Biden que las prioridades de su gobierno puedan cambiar por acciones súbitas de agentes perturbadores que sin ser tan poderosos como ellos, si pueden alterar el equilibrio mundial. Definitivamente, el Libro de Proverbios tenía razón.

Ángel Tafalla. Académico correspondiente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante (r).