
País Vasco
Un argentino pasa sus vacaciones en el País Vasco y cuenta lo que más le molesta: "De simpático no tiene nada"
El creador de contenido Román Socías relató en un vídeo su experiencia en el norte de España y confesó haber encontrado algo que le parece encantadora, pero que a la vez terminó desesperándolo

Román Socías, viajero argentino y popular creador de contenido en redes sociales, lleva tiempo recorriendo distintos rincones de España y compartiéndolo en sus redes sociales. En uno de sus últimos vídeos decidió compartir con humor algo que lo desconcertó durante su visita al norte: descubrió una palabra que, según él mismo admite, es “muy bonita, muy simpática”, pero que esconde detrás un fenómeno mucho menos agradable.
Lo curioso es que, al oírla por primera vez, cualquiera podría pensar que se trata de algo positivo. Sin embargo, Román lo dejó claro desde el principio: por más que la expresión le resulte tierna y musical, la realidad que describe “de simpática no tiene nada”.
El clima impredecible del País Vasco
En su relato, el argentino explica que lo que más allá de los paisajes y de la comida, una de las cosas que más le sorprendió fue el tiempo atmosférico. “Ya salió el sol hace tres minutos, le juro. Y ahora de repente está de vuelta”, comenta en tono de broma.
Ese vaivén meteorológico lo descolocó por completo. Como explica en su vídeo, puede estar brillando un sol radiante y, en cuestión de segundos, aparecer esa ligera capa de humedad que parece no estar allí pero que, al cabo de un rato, termina calando hasta los huesos.
Fue entonces cuando conoció la palabra que protagoniza su queja cariñosa. “Acabo de encontrar mi nueva palabra que más odio, aunque en realidad tengo amor-odio: chirimiri”, cuenta. El término, de origen vasco, txirimiri en euskera, designa una lluvia fina y constante, tan suave que engaña a cualquiera.
“Parece que no llueve, ¿no? Entonces uno dice: no uso paraguas. Y va calando, va calando… hasta que terminas empapado sin darte cuenta”, se lamenta entre risas, mientras enseña sus gafas cubiertas de diminutas gotas. Lo define como un fenómeno traicionero: no se ve, apenas se percibe, pero está presente. De ahí su apodo popular en algunas zonas del norte, “calabobos”, por esa forma de engañar a quien piensa que puede salir sin protección.
El comentario del argentino cobra aún más sentido si se tiene en cuenta el clima del País Vasco. La región es famosa por su paisaje verde y frondoso, fruto de las abundantes lluvias que caen a lo largo del año. Según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), ciudades como Bilbao, San Sebastián o Vitoria registran una media de 150 a 180 días de lluvia al año, es decir, prácticamente uno de cada dos días.
Lo llamativo no siempre son los aguaceros intensos, sino esas precipitaciones finas, persistentes y variables que aparecen y desaparecen en cuestión de minutos. Es lo que a Román lo descolocó: puede estar brillando un sol radiante y, de repente, sentirse rodeado por una niebla húmeda que empapa sin que uno llegue a sacar el paraguas.
La peculiaridad que hace único al norte
Para los locales, el txirimiri es algo habitual y casi ni se menciona: forma parte del día a día y de la personalidad del paisaje. Al igual que en Asturias, el orbayu. Para quienes llegan de fuera, sin embargo, puede resultar una sorpresa difícil de comprender.
Román lo resumió con la claridad de quien observa desde afuera: “Una palabra que quiero porque es graciosa y odio porque me moja a la vez”. Y quizá esa sea la mejor definición del txirimiri: un fenómeno que incomoda, pero que al mismo tiempo aporta un toque especial y único a la vida en el norte.
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