País Vasco

La lengua vasca que no es el euskera y está a punto de desaparecer: sólo lo hablan 500 personas

Una mezcla de culturas entre dos idiomas dio lugar a este idioma que, a día de hoy, está prácticamente perdido

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La lengua vasca que no es el euskera y está a punto de desaparecer: sólo lo hablan 500 personasPixabay

En el imaginario colectivo, el euskera se cree que es un idioma firme y rígido que no tiene variantes. Sin embargo, considerado una de las lenguas más antiguas de Europa, el euskera ha sobrevivido a siglos de represión, cambios políticos y presiones culturales, y con ello todas sus formas de hablarlo.

Gracias a políticas activas de normalización lingüística y al compromiso de muchos hablantes, el euskera hoy se encuentra en una etapa de recuperación y expansión, especialmente entre las nuevas generaciones. Sin embargo, muy pocos saben que aún existen otra lenguas vascas, variantes del euskera que son mucho más frágiles y silenciosa, que luchan por no desaparecer.

La historia de una fusión cultural

El erromintxela es una rareza lingüística, un tesoro escondido que sobrevive entre los pliegues culturales de Euskadi. Apenas medio millar de personas lo hablan en el País Vasco, y una cifra similar podría existir al otro lado de la frontera, en el suroeste de Francia. A diferencia del euskera, esta lengua no cuenta con respaldo institucional, ni aparece en los currículos escolares ni en los planes de revitalización lingüística. De hecho, gran parte de la población desconoce su existencia.

Lo que hace del erromintxela un caso singular es su origen: no es una lengua propiamente dicha ni un simple dialecto. Se trata de lo que los expertos llaman un "pogadolecto", es decir, una variedad mixta que surge del contacto entre dos idiomas. En este caso, una fusión entre el euskera y el romaní, la lengua tradicional del pueblo gitano.

El nacimiento del erromintxela se remonta a la llegada de grupos romaníes al País Vasco en siglos pasados. En su proceso de asentamiento e integración, estas comunidades adoptaron el euskera como lengua cotidiana, pero conservaron también parte del léxico y estructuras del romaní. El resultado fue una forma híbrida, única en Europa, que fue transmitida oralmente de generación en generación.

Durante décadas, el erromintxela funcionó como una lengua de uso comunitario dentro de ciertos grupos gitanos vascos. Sirvió como símbolo de identidad, como código secreto y como vehículo de cultura oral. Sin embargo, al carecer de estatus oficial y encontrarse encerrada en un círculo social reducido, nunca logró desarrollarse ni ganar visibilidad. Precisamente, en su singularidad reside también su vulnerabilidad.

Un grupo de gitanos, a comienzos del siglo XX en el País Vasco
Un grupo de gitanos, a comienzos del siglo XX en el País VascoEnciclopedia Auñamendi

El erromintxela ofrece un repertorio léxico fascinante. Palabras como batia (madre), batoa (padre), txipa (nombre) o kurratu (trabajar) reflejan su carácter mixto. También se encuentran términos más coloquiales como mola (vino), latxoa (bueno) o pukerra (bonito), que beben de ambas tradiciones lingüísticas. Esta riqueza, sin embargo, se mantiene viva sólo en la memoria y el habla de unas pocas familias que, por lo general, prefieren no llamar la atención.

Y es que el erromintxela se ha transmitido casi siempre de forma oral y en contextos íntimos, sin una enseñanza formal ni una comunidad amplia que lo respalde. Su uso suele limitarse al entorno familiar o a círculos muy reducidos, lo que complica aún más su supervivencia.

Una desaparición silenciosa

Hoy, el erromintxela se encuentra al borde del colapso. La mayoría de sus hablantes son personas mayores, y las nuevas generaciones no están aprendiendo la lengua. La globalización, el progreso del castellano y del propio euskera, así como la pérdida del vínculo comunitario tradicional, han acelerado su declive.

A esta situación se suma la falta de reconocimiento institucional. El erromintxela no figura en los planes de protección de lenguas minorizadas ni recibe apoyo público para su documentación o enseñanza. Aunque algunos lingüistas e investigadores han comenzado a interesarse por su estudio, el tiempo juega en contra.

En los años 90, la asociación gitana Kale Dor Kayiko consiguió apoyo puntual por parte de la Universidad del País Vasco y de la Real Academia de la Lengua Vasca para realizar una investigación sobre esta lengua. Durante dos años, un equipo de lingüistas recorrió diferentes localidades buscando hablantes y documentando este patrimonio cultural único.

Pero el proyecto se interrumpió abruptamente por falta de financiación. “No interesó a nadie”, lamenta Óscar Vizarraga, presidente de la asociación, quien insiste en que el desinterés institucional ha sido clave en el proceso de invisibilización del erromintxela.

A pesar del sombrío panorama, desde Kale Dor Kayiko insisten en que todavía se puede actuar. Reclaman retomar la investigación, ampliar el estudio a zonas como Navarra e Iparralde, y, sobre todo, reconocer el erromintxela como parte legítima del patrimonio lingüístico vasco. “Es tan 'euskaldun' como gitano”, afirma Vizarraga, subrayando la importancia de valorar este idioma como símbolo de una historia compartida entre dos pueblos.

Proyectos de recopilación oral, entrevistas a hablantes y esfuerzos por incluir el erromintxela en estudios universitarios son apenas los primeros pasos. Pero sin una apuesta clara por parte de las instituciones y sin una comunidad viva que quiera conservarlo, su futuro sigue siendo incierto.