País Vasco

El “valle de colores” vasco de más de 50 millones de años que en el resto de España no se conoce

En la vertiente más salvaje del monte Jaizkibel se esconde un prodigio geológico multicolor que parece sacado de otro planeta: Labetxu, el secreto natural mejor guardado del País Vasco

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El “valle de colores” vasco de más de 50 millones de años que en el resto de España no se conoce
El “valle de colores” vasco de más de 50 millones de años que en el resto de España no se conoceUnai Huizi (iStock)

En el extremo oriental de la costa guipuzcoana, donde el mar Cantábrico ruge con fuerza contra acantilados verticales y los senderos se enredan entre bosques húmedos y barrancos, se abre paso un paisaje casi irreal. Labetxu, conocido entre los iniciados como el “Valle de los Colores”, es un santuario geológico formado hace más de 50 millones de años y aún hoy permanece fuera del radar de buena parte del público español. Sus formas imposibles y su gama cromática: ocres, rojos, amarillos y verdes desafían cualquier intento de comparación. Ni parece Europa. Ni parece real.

Una joya entre dos mundos: mar y montaña

Situado entre Hondarribia y Pasaia, en la ladera menos transitada del monte Jaizkibel, Labetxu no es un valle convencional. Se trata de una hendidura entre formaciones rocosas que, desde la distancia, podrían pasar por simples acantilados, pero que de cerca revelan una paleta visual única. Aquí, la arenisca eocena ha sido moldeada durante milenios por el viento, el salitre y la lluvia atlántica, generando estructuras caprichosas que recuerdan bóvedas de catedrales, columnas retorcidas y figuras geométricas casi abstractas.

La singularidad del lugar ha sido reconocida por el Instituto Geológico y Minero de España, que lo incluye entre los Lugares de Interés Geológico de Euskadi por su alto valor científico y paisajístico. En Labetxu se pueden observar con una nitidez insólita los llamados anillos de Liesegang, formaciones concéntricas de colores causadas por reacciones químicas entre minerales como el hierro, el sílice o el manganeso durante la sedimentación marina. Su origen sigue siendo un misterio parcial, lo que añade una capa de enigma a su belleza.

Hace entre 48 y 56 millones de años, este paisaje era el lecho de un mar profundo. Los sedimentos se depositaron lentamente sobre el fondo oceánico, en un ambiente rico en minerales disueltos. Posteriormente, la colisión entre la placa ibérica y la europea empujó y deformó estas capas, elevándolas hasta lo que hoy son las paredes de Labetxu. Caminar por este rincón es, literalmente, pasear sobre fósiles de antiguos fondos marinos petrificados.

Entre las formaciones más conocidas se encuentra la llamada Catedral de Jaizkibel, una gran plataforma de arenisca rojiza que solo se puede visitar con marea baja, cuando el agua se retira y deja al descubierto su monumentalidad cromática. Muy cerca, el Laberinto Blanco y las peculiares rocas de la Concha Blanca y Las Gemelas completan un conjunto que muchos geólogos califican como “una rareza sin igual en Europa”.

Labetxu, el “valle de colores” vasco de más de 50 millones de años que en el resto de España no se conoce
Labetxu, el “valle de colores” vasco de más de 50 millones de años que en el resto de España no se conoceSonia Urreizti

Precisamente, esa dificultad de acceso es parte del secreto de su conservación. No hay grandes señales ni caminos asfaltados. Para llegar, hay que hacerlo a pie, bien desde el Monumento a la Unión de los Pueblos (una escultura popularmente conocida como “el huevo frito”), descendiendo por el cañón de Gaztarrotz, o bien desde el antiguo Parador de Jaizkibel, en una ruta más larga pero también más panorámica.

Los expertos recomiendan visitar Labetxu con marea baja y en días despejados, ya que la humedad y la luz del sol potencian los colores, como si el paisaje hubiese sido barnizado. Además, es vital respetar el entorno: no está señalizado como parque temático, no hay pasarelas, y precisamente por eso conserva su magnetismo intacto.

A pesar de su valor, Labetxu no figura entre los destinos turísticos más promocionados del País Vasco, eclipsado por iconos como San Juan de Gaztelugatxe o el Flysch de Zumaia. Sin embargo, para quienes se adentran en su relieve multicolor, la experiencia es comparable a la de los grandes paisajes geológicos del planeta: el Cañón del Antílope en Arizona, las tierras altas de Islandia o las formaciones del Desierto Pintado de Utah.

Este desconocido rincón vasco es, en definitiva, un museo natural de la historia del planeta, oculto a simple vista, y una invitación a mirar el paisaje con otros ojos: no como algo estático, sino como el resultado de millones de años de tensión, colisión, transformación y belleza silenciosa.