España

«Philomena»: Paseando a Miss Dench

Dirección: Stephen Frears. Guión: S. Coogan y J. Pope. Intérpretes: Judi Dench, Steve Coogan, S. Kennedy Clark, M. Winningham. Reino Unido, 2013. Duración: 98 minutos. Drama.

«Philomena»: Paseando a Miss Dench
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Cuesta creer que el populismo de «Philomena» nazca de la sinceridad o de la necesidad perentoria de contar una historia.

Cuesta creer que el populismo de «Philomena» nazca de la sinceridad o de la necesidad perentoria de contar una historia. La película está planteada como un viaje de aprendizaje que el espectador comparte con un periodista cínico que necesita relanzar su carrera con noticias de interés humano, acompañado de la sabiduría naïf de una abuela que conserva una mirada limpia e inquieta sobre las cosas a pesar de que la vida le robó lo que más preciaba, un hijo con el que necesita reencontrarse. Un poco al estilo de Paco Martínez Soria, pero con el pedigrí de quien ha sido la Lady Macbeth más celebrada del teatro británico, Judi Dench interpreta a Philomena con su convicción habitual, ajena a la condescendencia con que se trata a su personaje, poco más que la provinciana con corazón de oro que dice verdades como puños cuando lo exige el guión. Es, precisamente, lo que el guión exige –lo que la fórmula magistral de ese mágico «crowdpleaser» que fue «La reina» cumplía a rajatabla: la increíble ovación en la última Mostra lo corrobora– lo que hace que el filme funcione como un reloj de cuco, poniendo distancia irónica cuando toca llorar con lágrimas de cocodrilo, y viceversa. Maestro del tono neutro, Frears se hace tan invisible que uno duda de si estaba en el set de rodaje. Si nos esforzamos en reconocerle entre tanta transparencia televisiva, quizá podamos hacerlo en su visión crítica de la iglesia católica, que nunca ha tenido muy buena prensa en Irlanda. La escena en que Philomena, que sigue siendo una creyente de pro a pesar de que las monjas que la acogieron de joven la trataron como una esclava y vendieron a su hijo por mil libras, reniega de Dios en un confesionario, es el único acto de rebelión de una película que busca la complicidad a toda costa. El caso en España de los niños robados pone de actualidad un filme esencialmente pasado de moda, una versión geriátrica de «Rain Man» o un «remake» retrógrado de «Harold y Maude».