Restringido

Alfonso Díez, un caballero

Tras pasar varios días del verano separados, Doña Cayetana y su marido se mostraron de lo más cariñosos en las playas de Ibiza

Muy atento. Alfonso Díez besa la mano de su esposa, Doña Cayetana, tras tomar un baño. Foto: Gtres
Muy atento. Alfonso Díez besa la mano de su esposa, Doña Cayetana, tras tomar un baño. Foto: Gtreslarazon

Era la foto más esperada, la del reencuentro estival tras semanas de «distanciamiento»: Alfonso y Cayetana, o sea, los Duques de Alba, disfrutando de un día de playa en Ibiza, en actitud tan cariñosa que desmiente categóricamente los rumores de crisis matrimonial. Este verano el duque consorte ha pasado más tiempo con su familia y con sus amigos que con su esposa y las malas lenguas aseguran que la octogenaria aristócrata está muy disgustada con su marido. De hecho, el ex funcionario se presentó en Ibiza una semana después de la fecha prometida. Pero Cayetana palió la ausencia con escapadas playeras con sus hijos, Eugenia y Cayetano, y sus nietos. Por eso eran tan «necesarias» estas imágenes: porque, en contra de lo que se ha dicho en algunos medios, el matrimonio de los duques sigue tan sólido como siempre.

Fuentes cercanas al duque explican a este periódico que «a Alfonso no le hace demasiada gracia ejercer de "abuelo", es poco niñero, y por eso se escabulle como puede cuando su mujer está con sus nietos». Lo que no justifica, a juicio de su señora, que haga más vida de «soltero» que de marido. Y tampoco es que sea íntimo amigo de los hijos de su esposa. La relación es respetuosa y cordial. Sin más.

Hasta esta semana, tan sólo se habían visto juntos este verano a los Duques de Alba unos días de julio en San Sebastián, y, desde entonces, cada uno por su lado. Díez ha estado en Sanlúcar, dando los últimos retoques a su nueva casa en Palencia, visitando a su familia (uno de sus hermanos padece una enfermedad desde su infancia), y en Madrid, arreglando asuntos relacionados con el negocio de antigüedades que posee a medias con su hermana. Y el día 29 estará en la entrega de un trofeo de polo en la localidad de Sotogrande. Aunque en un principio estaba previsto que asistiera en solitario al evento, ahora se rumorea que Cayetana podría haber cambiado de idea y presentarse a su lado en tierras gaditanas. El problema es que Doña Cayetana aún no se ha recuperado del todo de la caída sufrida en Italia, y su médico le recomienda que no realice demasiados esfuerzos, que guarde reposo y que haga ejercicio diario de rehabilitación.

A Alfonso, lo del reposo le suena a chino. A sus casi sesenta y tres años aunque entiende que debe seguir el frenético ritmo de su esposa, le gusta hacer excepciones de vez en cuando. Como el pasado sábado, cuando se montó en una lancha con un grupo de amigos sevillanos y dejó Ibiza para navegar rumbo a Formentera. También se separaron el lunes siguiente, cuando él asistió, junto al duque de Huéscar, hijo de su esposa, al entierro de la duquesa de Medinaceli en Toledo. Pero al día siguiente ya estaba de regreso en Ibiza.

Algo que molesta a Cayetana es el éxito de Alfonso entre las mujeres. Es celosa y quiere a su marido siempre cerca. Y no es que crea que puede surgir alguna infidelidad, no, porque él bebe los vientos por su esposa, pero el fantasma de los celos, a veces, es inaguantable para la octogenaria dama. Ella, tan acostumbrada a dominar a los hombres durante toda su vida, se ve ahora en una situación física difícil, por lo que no puede seguir el ritmo que le gusta a su marido. Al final tiene que transigir, por mucho que le duela, ante las escapadas veraniegas de Alfonso. A pesar de todo, el verano más «atípico» de la pareja se reconduce por sus cauces normales.