Restringido
CBGB, el punk según Hollywood
Con un «casting» polémico y un edulcorado punto de vista, el filme sitúa a los Ramones, Patti Smith, Lou Reed, Blondie e Iggy Pop en sus inicios
Los recuerdos de Mark del Costello, encargado de la sala de Nueva York CBGB eran los siguientes: «500 cuerpos sudando y saltando, olor a pis y amplificadores a todo volumen». Sin embargo, en ese escenario, que apenas se levantaba medio metro del suelo porque el local no daba para más, ocurrieron algunos de los capítulos más brutales y desconcertantes de la música popular, porque allí fue donde el punk encontró su efímero templo. El local cerró en 2006, mucho tiempo después de la defunción del género, y ahora una película, «CBGB», trata de rendir homenaje a este mugriento local por el que anduvieron Iggy Pop, Patti Smith, Lou Reed, los Ramones o Blondie, aunque ya es fácil adivinar que el filtro de Hollywood hará estragos con la apariencia y el frenesí verdaderos del CBGB.
Dirigida por Randall Miller, el filme se estrenará en septiembre en Estados Unidos y, aunque es difícil pedirle a la cinta otra cosa que no sea una inofensiva historia para todos los públicos, por lo menos tiene un buen subtítulo: «50.000 conciertos y un baño asqueroso». Miller parece guiar su carrera por intereses musicales, ya que prepara al mismo tiempo una biografía sobre Gregg Allman (que tuvo una vida de lo más agitada y cuya plasmación en la pantalla la podremos adivinar con el resultado de «CBGB») y proyecta más adelante otra sobre el miembro de The Beach Boys Dennis Wilson. La historia se centrará, fiel al esquema de la «dramedia» americana, en la personalidad de Hilly Kristal, su propietario, todo un personaje de la vida nocturna neoyorquina, en cuya biografía interviene el director a discreción. Parece contrastado que Kristal no tenía, ni de lejos, una hija tan guapa como Ashley Greene («Crepúsculo»), que servirá las copas tras la barra del ficticio CBGB y tratará de convencer a su padre de que piense un poco en la solvencia económica del negocio.
El «casting» ya ha alarmado a los más escrupulosos seguidores de la historia musical por la profusión de nombres sacados de cintas para adolescentes, aunque no deja de tener ciertos guiños, como que Mickey Sumner, la hija de Sting, interprete a Patti Smith, una de las musas de esa generación y desencadenante del movimiento punk. Smith y su banda llegaron a tocar siete semanas seguidas, cuatro noches cada semana, dos conciertos cada velada en el escenario del CBGB. Y, como curiosidad, la primera vez que The Police, el grupo de Sting, actuó en Estados Unidos fue precisamente en ese lugar. Taylor Hawkins, batería de Foo Fighters, interpreta a Iggy Pop, que «sólo tiene un par de frases en toda la historia», según confiesa el actor, entre otras cosas, porque todo lo que fuera poner a «la Iguana» en escena sin consumir drogas constantemente resultaría inverosímil. Por la película pasan de refilón The Talking Heads, y Terry Ork, mánager de Television, el primer grupo que actuó en el local, que estaba pensado en principio para programar country, «bluegrass» y blues.
Allí aprendió McLaren
Por supuesto aparecen los inevitables Ramones y Cheetah Chrome, un personaje de la época que, al frente de The Dead Boys, llegaron a conseguir un éxito que no supieron manejar. Según resume su historia James Sliman en el libro «Por favor mátame. La historia oral del punk» (McNeil y McCain, 1996), «después de su segundo concierto en el CBGB, Hilly Crystal les firmó un contrato de management. Pero ellos eran chicos pobres de Cleveland y no pudieron soportarlo. Tuvieron demasiado éxito demasiado pronto». Y es que tras la fama que adquirieron Television y Ramones, que actuaban cada semana, el local estaba a rebosar todas las noches. Como remarcaba Marky Ramone en su reciente visita a Madrid, el punk se inventó en Nueva York y Malcom McLaren, que era un asiduo del CBGB, se fue a Londres a «fabricar» a los Sex Pistols con lo que vio en el Lower East Side de Manhattan. Y en Nueva York sólo había punk. Cientos de bandas, algunas con un poco de talento, la mayoría con ninguno, todas, buscando drogas. Y la mayor parte de sus historias tropezaban en aquel local, o se truncaban en los caminos hacia o desde él. Pero la ética y la estética de los personajes de la película se parecen más a maniquíes del «Vogue» que a tipos que acaban de escaparse de una alcantarilla, que más o menos era el aspecto de estos músicos aquellos años. No aparecen las navajas, las peleas, el sexo, las drogas, el alcohol, la mugre, la sordidez extrema que presiden las crónicas de la época. Basta decir que a Cheetah Chrome, que era genuina «basura blanca», le interpreta en el filme Rupert Grint, conocido por ser el amigo de Harry Potter en la exitosa saga.
Precisamente, lo que «mató» al punk fueron los artículos en «Vogue» de la época, los turistas en la puerta del CBGB y las barbaridades finales como el asesinato de Nancy Spungen (presuntamente) a manos de Sid Vicious, su novio y líder de los Sex Pistols, quien, un año después, en 1979, fue encontrado muerto por sobredosis. Así que el punk, que preconizaba el «hazlo tú mismo» y la estética «okupa», va a ser, ironías del destino, temática de una película de Hollywood pensada para todos los públicos, que es justo lo que el punk no podía ser.
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