Restringido
España en Verano: Yo acuso; «La moda es racista»
La «top» somalí insiste en la escasa diversidad de las pasarelas y pide el boicot de aquellos diseñadores que no empleen modelos de color en sus desfiles
Por qué seguimos hablando de esto en el siglo XXI?». Su dulce voz suena entristecida cuando aborda el tema tabú de la industria de la moda. La supermodelo Iman Mohamed Abdulmajid cumplió 58 años el 25 de julio, pero sus preocupaciones siguen siendo las mismas que cuando tenía 20 y volaba cada día a una punta del mundo para desfilar en las pasarelas más importantes: «Hay un problema enorme. Creo que es necesaria una línea dura como la que dibujamos en los sesenta en la que digamos: si no usas modelos negras, te boicotearemos». Hace cinco años, la legendaria «top model» se erigió como voz en contra del racismo en las pasarelas. La falta de diversidad alcanzaba cotas alarmantes, con sólo un tres por ciento de modelos de color, y la siempre sincera Iman denunciaba la situación: «¿Dónde está la excitación? ¿Dónde está la individualidad? ¿Dónde la personalidad? ¿Y dónde la diversidad?». El número de julio de 2008 del «Vogue» americano hizo saltar las alarmas cuando publicó el artículo «¿Es la moda racista?». Poco antes, la editora de la edición italiana, Franca Sozzani, había publicado un provocativo número titulado «The black issue» en el que sacaba en portada a una Naomi Campbell tan despampanante como reivindicativa acompañada de los principales nombres de modelos de color que cosechaban éxito por entonces. Comenzaba así una era de reivinidicación de la diversidad en la que diseñadores de altos vuelos como Diane Von Furstenberg, presidenta del Council of Fashion Designers of America (CFDA), urgía a sus colegas a tener en cuenta a las diferentes razas. La modelo Bethann Hardison, que ahora trabaja en una de las agencias más potentes del país, puso en marcha una serie de encuentros y mesas redondas sobre el asunto. Pero desde entonces, prácticamente nada ha cambiado. Exceptuando las del año 2009, que todavía arrastraba la resaca del mencionado debate, las cifras de modelos de color en las pasarelas no han variado en el último lustro. La representación de modelos negras en los desfiles han permanecido igual, y si tomamos las cifras de la Semana de la Moda de Nueva York, tan sólo el seis por ciento de las maniquíes no eran de raza blanca, cuando hay más de 45 millones de ciudadanos negros en Estados Unidos, según datos de 2012 de la American Community Survey.
En Europa, diversos diseñadores se niegan a renunciar a las bellezas caucásicas en pos de la diversidad. Tal es el caso de Phoebe Philo en Céline o de Raf Simons en Dior. La casa francesa tuvo además un problema de imagen hace dos meses, cuando la top internacional Jourdan Dunn, una modelo negra nacida en Londres, denunció en su perfil de Twitter que había sido expulsada de Dior por tener «excesivo pecho», y afirmaba irónicamente: «Normalmente me rechazan porque soy "de color", así que ser rechazada por mis senos es un asunto menor», dando a entender que su color de piel es a menudo un problema en su trabajo. El ejemplo de Prada, criticada durante años por no mostrar minorías ni en sus desfiles ni en sus campañas, ilustra a la perfección el tema: la casa que dirige Miucca ha usado una modelo negra, Malaika Firth, en su publicidad por primera vez en 20 años. Este inmovilismo ha provocado que Iman vuelva a alzar la voz: «El presidente de Estados Unidos y su mujer son negros. Se podría pensar que las cosas han cambiado, pero te das cuenta de que todo sigue igual. De hecho, hemos retrocedido».
Identidad vs. homogeneidad
Su experiencia en la industria «fashion» coincidió con el «boom» de los ochenta, cuando diseñadores atrevidos y rebeldes como Calvin Klein, Gianni Versace o Yves Saint Laurent apostaban a menudo por modelos negras. No se trataba sólo de una cuestión racial (aunque no hay que olvidar de qué forma las interminables piernas de Naomi Campbell hechizaban a medio mundo), sino de personalidad e identidad: las grandes supermodelos de entonces –Linda Evangelista, Cindy Crawford, Claudia Schiffer o Christy Turlington– destacaban, dentro de la homogeneidad que los cánones de belleza imponían, del resto de modelos. Tenían fuerza, y las diferencias entre ellas eran claramente visibles. Hoy, en cambio, hay una tendencia general a la uniformidad y la neutralidad: el campo de acción de los diseñadores está muy restringido por las estrategias de marketing y la voluntad de no asumir ningún riesgo. La época de las modelos brasileñas, lideradas por la incomparable Giselle Bündchen y apodadas como las «sexy brazilian girls», todavía brindaba un poco de juego a las pasarelas, combinando a chicas saludables de todos los tonos de piel. Pero la nueva tendencia caucásica de mujeres altas, rubias, esqueléticas y, por supuesto, blancas, se aleja de la diversidad. Muchos diseñadores lo prefieren así, llevando la expresión de «maniquíes» hasta sus últimas consecuencias y realizando «castings» exclusivos con chicas de Europa del Este. «Hay que vender», concluye Renée Dujac-Cassou, directora de la agencia de modelos Crystal. «Lo que hoy hace soñar a la gente es la rubia con ojos azules. Es así de simple», comenta siguiendo la opinión de otros entendidos de la industria, que afirman que los mercados emergentes, como China y Rusia, o los países árabes son sociedades que tienen la reputación de ser poco propensas a la mezcla cultural, por lo que la típica modelo blanca encaja en las concepciones de todos.
Blanco deliberado
El 2 de julio, mientras asistía a los desfiles de alta costura de París, el director de «W Magazine», Edward Enninful, publicó el siguiente tuit: «Si todos mis colegas (blancos) están sentados en el "front row", ¿por qué yo debo estar en segunda fila? ¿Racismo?». En una entrevista posterior, afirmó que desde 2000 ha predominado una estética euroasiática que ha excluido otras razas de las pasarelas. Dos meses antes, James Scully, el afamado director de «castings» de modelos –trabaja para nombres como Tom Ford, Derek Lam o Stella McCartney– denunció la falta de diversidad de los «fashion shows» de febrero, señalando directamente a casas como Dior, Saint Laurent, Louis Vuitton o Chanel. «Es tan blanco que parece deliberado. No puedo fijarme en la ropa porque sólo pienso en el casting», comentó. Así, el círculo vicioso se sucede: los diseñadores afirman que las agencias no mandan modelos negras, y las agencias, que los diseñadores no las quieren.
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