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Primera fumata negra

La votación de tanteo en la Sixtina arrojó el humo oscuro que se esperaba. Hoy están previstas cuatro votaciones y dos fumatas: al mediodía y a las siete de la tarde

Primera fumata negra
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El humo de la primera fumata del Cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI ha salido negro, a las 19.41 horas, lo que indica que no ha sido elegido el nuevo Papa tras la primera votación.

Negra no, negrísima. Así era la primera fumata del cónclave que salió ayer a las 19:42 horas por la chimenea instalada en el tejado de la Capilla Sixtina. Ante la mirada de los miles de peregrinos que se habían congregado en la plaza de San Pedro con la esperanza de ver si los 115 cardenales habían decidido ya quién será el sucesor de Benedicto XVI, la fumata negra oscureció durante varios minutos una parte del cielo alrededor de la basílica vaticana. A diferencia de lo ocurrido en 2005, cuando no estuvo claro del todo el color del humo en alguna votación, ayer funcionó a la perfección la estufa instalada en la Sixtina para informar al mundo de la decisión tomada por los purpurados.

No se esperaba que la primera fumata fuese blanca, pues el primer escrutinio suele utilizarse para tantear el terreno, ver quiénes son los cardenales con más posibilidades de cambiar el rojo por el blanco e ir así orientando las votaciones posteriores. Hoy los príncipes de la Iglesia volverán a encerrarse bajo los frescos de Miguel Ángel para seguir eligiendo al próximo obispo de Roma. Está previsto que realicen dos votaciones por la mañana y otras dos por la tarde. El humo volverá a salir de la chimenea alrededor de mediodía y a las 19 horas, siempre que los cardenales no hayan tomado una decisión en los primeros escrutinios de la mañana o de la tarde, por lo que las fumatas serían visibles alrededor de las 11 o de las 18 horas.

Los miembros del Colegio Cardenalicio vivieron ayer un día muy emotivo. Tras la misa «pro eligendo» pontífice presidida en la Basílica de San Pedro por su decano, el italiano Angelo Sodano, los purpurados se congregaron en la Capilla Paulina, dentro del Palacio Apostólico, para comenzar la procesión que los llevó a la Capilla Sixtina. En un clima de gran recogimiento y precedidos por una cruz, entraron en la sala donde iban a votar por primera vez mientras cantaban las letanías de los santos, pidiendo su ayuda en un momento de tanta importancia para la Iglesia. A la cola de la procesión iba el cardenal de mayor rango de entre los electores, el italiano Giovanni Battista Re. Entre los purpurados, el más emocionado era probablemente el brasileño Joao Braz de Aviz, prefecto de la Congregación vaticana dedicada a la Vida Religiosa, a quien le temblaba ostensiblemente la mano derecha. La izquierda la tenía sobre el pecho. Acompañaba el gesto con una expresión compungida en el rostro.

Fue Re el encargado de leer el juramento por el que todos los presentes se comprometían a guardar el secreto de las deliberaciones que se realizan en la Sixtina y a cumplir con el resto de las reglas prescritas en la Constitución Apostólica «Universi Dominici Gregis», aprobada por Juan Pablo II en 1996. Este texto explica cómo actuar durante el cónclave y durante el periodo de sede vacante. Tras Re, uno a uno, todos los purpurados juraron, utilizando una fórmula en latín y poniendo su mano sobre los Evangelios. El cardenal indio Ivan Dias, que tuvo que entrar en la Sixtina en una silla de ruedas por sus problemas de salud, se levantó para jurar y contó con la asistencia de un sacerdote.

Cuando se terminaron los juramentos, un proceso que duró alrededor de una hora, el maestro de las ceremonias pontificias, monseñor Guido Marini, se acercó al micrófono instalado delante del altar y, con su voz tímida y algo nasal, dijo: «Extra Omnes!». Tras esta fórmula latina, que significa «¡Todos fuera!», salieron de la Sixtina todos aquellos que no iban a participar en la elección. Entre ellos se encontraron el secretario personal de Benedicto XVI, el arzobispo Georg Gänswein, por su responsabilidad como prefecto de la Casa Pontificia, y el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Giovanni Angelo Becciu. También dejaron la capilla el director de «L'Osservatore Romano», Giovanni Maria Vian, y el portavoz vaticano, Federico Lombardi. Cuando salió el último de los prelados y los sacerdotes que los acompañaban, Marini cerró las puertas de la Sixtina. Chirriaron al hacerlo. Eran las 17:34 horas.

Solos ante el Juicio Final

Sólo quedaron entonces ante el Juicio Final de Miguel Ángel los 115 electores, Marini y el cardenal maltés Prosper Grech, mayor de ochenta años y, por tanto, sin derecho al voto. Grech dirigió la meditación previa al primer voto. Este escrutinio era opcional, ya que, según explicó Lombardi, en el primer día de cónclave no hay obligatoriedad de hacerlo. Como demostró el negrísimo humo que salió de la chimenea de la Sixtina, los cardenales sí lo hicieron y con resultados ostensibles. «Más negro de esto es difícil», bromeaba ayer Lombardi con los periodistas mientras veía la primera fumata de este segundo cónclave del milenio.

La puerta de la sixtina, engrasada

Incidencia inesperada. Pero solventada. Todo aquel que siguiera ayer el inicio del segundo cónclave del siglo XXI pudo comprobar que la puerta de la Capilla Sixtina, literalmente, chirriaba. El «extra omnes» no suele pronunciarse muy a menudo y el portón permanece abierto salvo excepciones como ésta debido al constante paso de los turistas. De ahí que la falta de uso provocara el ruido al inicio del cónclave. Algo que no ocurrirá cuando los purpurados vuelvan a reunirse en la jornada prevista para hoy. Y es que, casi de inmediato, se le encargó al personal de mantenimiento –que también han tenido que jurar no decir nada de lo que allí ocurre– que acudieron con un engrasante.