Teatro

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Regreso al País de las Maravillas

Aurélia Thiérré vuelve al festival de Otoño con «Murmures des Murs», segunda parte de su viaje onírico de sombras, títeres y circo «El oratorio de Aurélia»

Aurélia Thierrée, con una criatura de burbujas en «Murmures des Murs»
Aurélia Thierrée, con una criatura de burbujas en «Murmures des Murs»larazon

El teatro, como algunas otras cosas en la vida, es una cuestión de fe. Creer o no creer, he ahí el secreto. Aurélia Thierrée cree. Está convencida de que un montón de plásticos con burbujas puede ser una criatura de las nieves; sabe que si tu sombra te desteje las piernas, un par de ganchillos lo solucionarán; no duda –¿alguien lo duda?– de que puede asomar por difrentes cajones de una estrecha cómoda un brazo, una pierna, la cabeza, o desaparecer por una caja de cartón y aparecer por otra... Hace tres años demostró que toda la vida es sueño en Madrid con «El oratorio de Aurélia». Ahora, su particular, onírico e imaginativo universo teatral vuelve, dentro del Festival de Otoño a Primavera, con la continuación de aquel montaje, «Murmures de Murs»,escrito de nuevo por su madre, Victoria Thiérre Chaplin –sí, el Chaplin es de Charles, abuelo de Aurélia– y con Aurélia en escena.

Puertas para adentro

El montaje, explica Aurélia Thierrée a LA RAZÓN, «es una continuación del Oratorio. Aquél contaba lo que ocurría de puertas para adentro, y éste sale fuera de la habitación. En eso son diferentes. También en el aspecto, éste cuenta con edicicios, cemento, elementos más del exterior». Eso sí, tratar de buscar un argumento es complejo: «Me resulta muy difícil explicar de qué habla. Trata un poco, en cierto modo, de la memoria. Comienza con una mujer en un apartamento, hasta que le piden que lo abandone. Cuando lo hace, no sabe si está en su propia imaginación o si es real. Pero es otro mundo», cuenta la artista.

Lo que no cambia de un montaje a otro son los códigos teatrales que emplea la actriz francesa, desde el teatro de sombras a la danza-teatro, pasando por juegos con objetos, teatro gestual y mimo... Y una clara influencia circense, como no podía ser de otra forma en alguien que, de niña, dio sus primeros pasos artísticos en el célebre Cirque Invisible de sus padres, un peculiar espectáculo de pequeño formato. «Sí, ambos emplean el mismo lenguaje. Empleamos trucos ópticos, muy sencillos pero que funcionan y que la gente decide creer. Es muy parecido al Oratorio».

Explica Aurélia sobre el trabajo con su madre que «ella crea las escenas y los mundos, y yo soy más como una detective que trata de meterse en ellos y comprender cómo funcionan y qué significan. Ella nunca tiene una verdadera historia en la cabeza: construye el escenario, crea las escenas, y entonces yo trato de vivir en ellas».

Responde Thierrée entre risas, con una voz delicada al otro lado del teléfono, que a menudo, efectivamente, se siente «como Alicia en el país de las Maravillas, pero con un matiz: sería una Alicia algo mayor y a veces lo que le ocurre es una auténtica pesadilla. Es algo más oscuro». Aunque prefiere que no se espere nada concreto: «Me gusta cuando el espectador viene sin saber qué va a haber ni qué va a pasar a continuación».

Thierrée tiene claro que la imaginación juega un papel clave en su teatro: «Es una parte enorme. Todo comienza con la imaginación del que lo crea, pero sigue con la de quien lo ve. Si no, no sería posible. Es el lenguaje en el que vivimos». Y es también una forma de escapismo, porque dentro del escenario hay calor, mundos imaginarios, y los problemas del mundo real se quedan en la puerta. «Sin duda, pero es que la realidad puede ser muy surrealista a veces también. ¡Hay tantas cosas en la vida real que deberían parecernos surrealistas, pero que decidimos que son normales, pese a que no lo son!». Y añade: «En la obra, todo es posible». Lo que no tiene es un momento favorito: «Es algo que cambia, depende de cada día. me gusta todo el espectáculo. Una vez en marcha no tengo tiempo de elegir. Es como un viaje».

Nieta de Chaplin, tataranieta de O'Neill

Trazar el ADN de Aurélia Thierrée es escribir historia del teatro y el cine. Mírenla a los ojos y descubrirán la mirada de su madre, Victoria Thierrée Chaplin, algo acaso de su tía, Geraldine, y zarpazos de su abuelo, Charles Chaplin. «Es algo que a veces me parece surrealista. Es fantástico, pero no me siento conectada a eso en absoluto», afirma. El gran cineasta y cómico se casó en cuartas nupcias con Oona, nieta del dramaturgo Eugene O'Neill, y tuvieron a Victoria. Aquella joven, enamorada del circo, se casó con Jean-Baptiste Thierrée, y juntos crearon varios circos de pequeño formato en los que actuaban solos y con sus hijos, Aurélia y James, el menor, que también se dedica al teatro. «No creo que lo que hago tenga que ver con el ADN, sino con la pasión. Es algo que transmiten», explica la actriz.