La renuncia de Benedicto XVI

117 hombres para un Papa

Cinco españoles podrán votar en el cónclave, aunque Italia sigue siendo el país decisivo en la elección

Imagen de archivo de 18 de abril de 2005 del Cónclave tras la muerte de Juan Pablo II
Imagen de archivo de 18 de abril de 2005 del Cónclave tras la muerte de Juan Pablo IIlarazon

En el cónclave que elegirá al sucesor, podrán votar 117 cardenales, que son los que tienen menos de 80 años el día 28 de febrero, fecha de la renuncia. El más joven de los purpurados es un indio de 53 años.

En el comunicado difundido ayer por Benedicto XVI se dice que será «la autoridad competente» la que, en un plazo de tiempo breve, procederá a convocar el Cónclave que elegirá a su sucesor. Esa «autoridad competente» es el cardenal camarlengo Tarsicio Bertone, tesorero del Colegio Cardenalicio, un organismo instituido en su forma actual en el año 1150. Dicho Colegio es el encargado de votar el nombre del nuevo Pontífice, a finales de marzo, en el transcurso de un periódo de sesiones que se celebra en el más absoluto de los secretos en la Capilla Sixtina. El Colegio Cardenalicio es el organismo que toma las riendas del poder en ausencia del Papa, aunque sus funciones son limitadas puesto que no puede derogar disposiciones de otros pontífices ni arrogarse prerrogativas del sucesor de Benedicto.

Aunque está compuesto por 210 cardenales, sólo podrán votar 117, que son los cardenales que contarán menos de 80 años el día 28 de febrero. El derecho canónico establece que sólo son electores los menores de 80 años; por tal motivo, el purpurado ucraniano Lubomiyr Husar –que cumple esa edad el 26 de este mes–, se quedará fuera del club de los que deciden por dos días. Los que tienen más de 80 tienen voz pero no voto y sí pueden ser elegidos Papa. Históricamente, el Cónclave surge para evitar la injerencia del poder político, aunque hasta casi el siglo XX se mantuvo vigente una institución que otorgaba a determinados países –entre ellos España– la capacidad de veto en la elección de cardenales para el puesto de Pontífice.

En esta larga lista de cardenales electores existen cinco españoles, que son: Carlos Amigo Vallejo (1934), arzobispo emérito de Sevilla; Santos Abril Castelló (1935), arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor en Roma; Antonio María Rouco Varela (1936), Arzobispo de Madrid; Lluís Martínez Sistach (1937), arzobispo de Barcelona; y Antonio Cañizares Llovera (1945), prefecto de la Congregación del Culto Divino. Hay otros cinco que no votarán por tener más de 80 años.

En 2012, Benedicto XVI nombró nuevos cardenales en dos reuniones denominadas «consistorios». Fruto de los nuevos nombramientos ha quedado una composición del Colegio Cardenalicio en la que Italia mantiene el mayor número de representantes, con 28, lo que representa casi un cuarto del total de los electores. En segundo lugar figura Estados Unidos, con once; Alemania tiene seis, y Brasil, cinco, igual que España. Por regiones, el Colegio Cardenalicio –cuyo decano es el cardenal Angelo Sodano– está formado por 61 europeos, 19 latinoamericanos, 14 norteamericanos (incluye Canadá), 11 africanos, 11 asiáticos y uno de Oceanía.

El hecho de que en el último consistorio sólo se nombraran seis cardenales y de que ninguno de ellos fuera europeo se interpretó en algunos medios como que el Papa quería que el Colegio Cardenalicio se universalizara a costa de reducir el peso curial e italiano, si bien este último sector siempre ha tenido un gran peso. Alfredo Urdaci, en su libro «El Cónclave», cuenta que algunos Papas han tratado de cambiar las normas para evitar posibles abusos en esta determinante elección, rodeada siempre de intriga y literatura por el secretismo que la rodea.

Todos los cardenales con derecho a voto se mueven en la confidencialidad durante el periodo de sesiones. A tal fin se les prohíbe hablar por teléfono y mantener correspondencia con el exterior vía teléfono o carta. Están totalmente aislados. Benedicto XVI modificó en 2007 las normas para proceder a la elección papal al introducir un nuevo sistema de mayorías, según el cual se necesita obtener dos tercios de los votos de los cardenales en todos los escrutinios. Otro cambio introducido por Benedicto XVI estipula que si hay que elegir entre dos cardenales presentes, los susodichos deben abstenerse de emitir su voto.

Los purpurados reunidos deben prestar un juramento leído por el decano del Colegio Cardenalicio. A partir de entonces, tienen que establecer el calendario del proceso de elección y decidir diversas cuestiones. El caso de Benedicto XVI es especial porque se trata de una renuncia. Si fuera un fallecimiento, los cardenales tendrían que elegir el día en que se traslada el cadáver del difunto Pontífice a la Basílica Vaticana, donde se expone ante los fieles. También deben confiar a dos eclesiásticos de «sabiduría y autoridad moral» el encargo de predicar ante los cardenales dos meditaciones sobre los problemas más importantes de la Iglesia.

Durante el periodo conocido como «sede vacante», tendrán lugar dos tipos de congregaciones: la general y la particular. Las cuestiones importantes son tratadas por la general, y en ella participan los cardenales no impedidos legítimamente. Esta congregación se reúne durante el periodo vacante de forma diaria en el Palacio Apostólico Vaticano, y llegado el momento de votar, nunca se hace de palabra sino mediante una papeleta secreta con una letra que no debe ser reconocible. Ninguno de los participantes podrá dar a conocer detalles del cónclave y, al final del escrutinio, las papeletas que usan los purpurados se queman para eliminar cualquier rastro. La congregación particular aborda cuestiones de menor importancia que se resuelven en reuniones diarias en las que sólo participan el camarlengo y tres cardenales que proceden de cada una de las tres órdenes: obispos, presbíteros y diáconos.

Entre los últimos cardenales nombrados por Benedicto XVI –el pasado 23 de noviembre– figuran el norteamericano James Harvey, prefecto de la Casa Pontificia desde 1998; el libanés Bechara Rai, patriarca maronita; el indio Baselios Cleemis Thottunkal, arzobispo mayor de los Siro-malankares (el más joven de los purpurados, con 53 años); el nigeriano John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo metropolitano de Abuja; el colombiano Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá; y el filipino Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila. Éste último es uno de los purpurados que más aparece en algunas quinielas de papables. Finalmente, todos ellos tendrán que elegir al cardenal más idóneo para resolver los problemas a los que se enfrente a la Iglesia.