"Urbi et Orbi"

El deseo navideño del Papa: “Vacunas para todos”

La pandemia obliga a Francisco a pronunciar la bendición «Urbi et Orbi» a puerta cerrada

El Papa Francisco antes de pronunciar el Urbi et Orbi en la Basílica de San Pedro.
El Papa Francisco antes de pronunciar el Urbi et Orbi en la Basílica de San Pedro.Divisione Produzione FotograficaAgencia AP

Sabemos de sobra lo que ha marcado el año que, por suerte, va tocando a su fin. Pero ante una pandemia que no se producía desde hace un siglo, el Papa repitió ayer un mensaje constante. También 2020 se recordará desde el Vaticano por servir para relanzar la idea de la fraternidad. «Hermanos todos», clamó en el día de Navidad, parafraseando el título de su más reciente encíclica y recalcando que nadie se salvará si no es con la colaboración de todos. Por eso, en el tradicional «Urbi et Orbi» de cada 25 de diciembre el Pontífice pidió que la vacuna no sea un privilegio único de los países ricos.

Desde el Aula de las Bendiciones y no desde el balcón de San Pedro, como es habitual otros años, Francisco reclamó «vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados de todas las regiones del planeta». «Pido a todos, a los responsables de los Estados, a las empresas, a los organismos internacionales, de promover la cooperación y no la competencia, y de buscar una solución para todos», agregó Jorge Mario Bergoglio. Mañana comenzará la vacunación contra la Covid-19 en la Unión Europea, pero por el momento en el mundo en desarrollo no habrá vacunas para toda la población.En este sentido, el Papa afirmó que «no podemos dejar que los nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que somos. No podemos tampoco dejar que el virus del individualismo radical nos venza y nos haga indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y hermanas». Es de nuevo el mensaje de la pandemia, el de «Fratelli tutti» (Hermanos todos). Y, como en la encíclica, la denuncia es un torpedo a la línea de flotación del sistema. «No puedo ponerme a mí mismo por delante de los demás, colocando las leyes del mercado y de las patentes por encima de las leyes del amor y de la salud de la humanidad», aseguró.

La última bendición global del año no podía tener otro contenido. Los receptores, sin embargo, son diversos. Desde los gobernantes a los ciudadanos. Dijo que «en este momento de la historia, marcado por la crisis ecológica y por los graves desequilibrios económicos y sociales, agravados por la pandemia del coronavirus, necesitamos más que nunca la fraternidad». Y esa fraternidad debe estar basada en la capacidad «de encontrar al otro que es diferente a mí, de compadecerse de su sufrimiento, de acercarse y de cuidarlo, aunque no sea de mi familia, de mi etnia, de mi religión», concluyó el Papa.

Pero había más. El «Urbi et Orbi» es una oportunidad para hacer un repaso por los principales problemas del mundo. Francisco recordó, en primer lugar, a los niños que sufren la guerra en Siria, Yemen e Irak, donde el Pontífice tieneprevisto viajar en marzo. También expresó palabras de cercanía para Líbano, Libia, Israel y Palestina y, de forma más genérica, para todo Oriente Próximo. Otro foco que suele estar presente en el discurso de Francisco es Ucrania y sus relaciones con Rusia. El Papa pidió «mantener el alto el fuego» y «favorecer el diálogo como única vía que conduce a la paz y a la reconciliación».

También hubo un largo recorrido por las diferentes crisis que recorren África, desde Burkina Faso, a Malí, pasando por Níger, Sudán del Sur, Nigeria, Camerún y la región de Cabo Delgado, en Mozambique. En Latinoamérica, hubo palabras para la tensión social en Chile y Venezuela. Un recuerdo a las víctimas de los desastres naturales en Filipinas y Vietnam y para los rohinyá, un grupo étnico musulmán.