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Laudatio a Benedicto XVI

Laudatio a Benedicto XVI
Laudatio a Benedicto XVIFABIO FRUSTACIAgencia EFE

Despedimos el 2022 con la aunque previsible, triste noticia del óbito del papa Benedicto XVI. Una frase que bien define a Joseph Ratzinger es “La inteligencia excepcional al servicio del bien” podría ser su epitafio; aunque no sería acorde a su humilde corazón.

En su obra trató asuntos delicados con la maestría y el respeto propios de su condición humana y la relevancia de su responsabilidad como pontífice. De sus textos se desprende que, no puede haber caridad sin justicia y no puede haber justicia sin equidad. Por otra parte, su discurso en la que había sido sede de su magisterio, la Universidad de Ratisbona el 12 de septiembre de 2006 tiene desde entonces una especial importancia. La relación entre razón y fe que observamos en San Agustín de Hipona que, integra en la Patrística la conjunción del pensamiento de los clásicos griegos y la fe católica, y por otra parte lo que significó su lema en el papado “Cooperatores Veritatis” la capacidad del hombre para alcanzar la verdad y por contra, la negación impuesta por la dictadura del relativismo del que somos víctimas en la actualidad. El relativismo moral disfrazado de tolerancia es la puerta de entrada para nuevas posiciones dogmáticas y autoritarias. En su obra “La Belleza. La Iglesia” hace mención a una experiencia personal inolvidable, en la que la belleza de la obra humana que se convierte en sublime por la inspiración divina, se transforma en un argumento de fe. Cuenta Benedicto XVI en primera persona, como estaba en un concierto de Bach dirigido por Leonard Bernstein en Múnich, sentado junto a un obispo evangélico. “Cuando la última nota de una de las grandes Thomas-Kantor-Kantaten se apagó triunfalmente, nos miramos con naturalidad el uno al otro y con la misma espontaneidad nos dijimos: «Quien haya escuchado esto sabe que la fe es verdadera».”

El papa Benedicto XVI visitó España en seis ocasiones como cardenal y tres como sumo pontífice, siempre manifestó una especial relación de afecto; reconoció su relevancia en la misión evangelizadora de América, su importancia histórica en la defensa de la fe católica, su condición de destino de peregrinación compostelana y el impulso para el reconocimiento del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, proclamado por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 en su bula Ineffabilis Deus. Durante su pontificado Benedicto XVI asistía con especial devoción a la ceremonia celebrada en la Piazza de España junto a la columna de la Inmaculada Concepción patrona de España, situada frente a su embajada ante la Santa Sede, la delegación diplomática permanente más antigua del mundo, fundada por los Reyes Católicos en 1480.

Benedicto XVI nos ha dejado su obra que, bien merecería el reconocimiento como Doctor de la Iglesia. En su CARTA ENCÍCLICA “SPE SALVI” nos recuerda las palabras de San Pablo a los romanos y también a nosotros “SPE SALVI facti sumus” en esperanza fuimos salvados, la fe es esperanza para los católicos que supone la trascendencia a una vida mejor, frente a los que la niegan y sólo esperan la intrascendencia de la Nada, hay quien da un paso más allá y considera que si Dios no existe todo está permitido.

Además supo utilizar los símbolos que nos vinculan a la tradición como fuente de revelación como es el caso del uso de la prenda del fanón que tiene un valor simbólico importante, como escudo de la fe para proteger a la Iglesia y los zapatos color rojo cereza que representan la sangre de los mártires que dieron su vida por Cristo.

Por encima de todo Benedicto XVI nos ha ofrecido su ejemplo de bondad y su oración, en su caso queda claro que se cumple la sentencia de Cicerón “La cara es el espejo del alma y los ojos sus delatores” su imagen siempre transmitió su naturaleza plena de serenidad, carácter bondadoso y la inteligencia de su mirada.